Cuaresma: Tiempo de Arrepentimiento, Conversión... y Esperanza
Daniel Ponce Alegre. Teólogo. Este pasado miércoles, día 1 de marzo, fue Miércoles de Ceniza en el Calendario Eclesiástico. El Oficio Litúrgico, así como las Lecturas y la Homilía giraron en torno a un principio fundamental, un recordatorio dirigido a todos y cada uno de los fieles, así como a la propia Iglesia, Cuerpo Místico y Esposa de Cristo: Somos ceniza y polvo sin Dios, nuestro Padre, y alejados del Camino, la Verdad y la Vida establecidos por Él, es decir, Jesucristo el Señor, estamos abocados irremediablemente a la Muerte.
Desde el mismo principio de la Historia de la Humanidad, y tras el Pecado, el propio Dios Viviente, Jahvé, nos mostró esta realidad terrible causada por el Gran Engaño de Satanás: Hacernos creer que sin Dios, Padre y Fuente de la Vida, es posible sobrevivir e incluso ser como Él y determinar lo bueno y lo malo. Seis mil años de Historia han demostrado lo contrario, a pesar de que innumerables religiones y filosofías políticas y sociales se empeñan en decir, por un lado, que en realidad no nos morimos y volvemos al polvo sino que vamos a otro lugar o nos reencarnamos o legamos nuestra materia genética que es eterna o, por otro lado, que da igual pues Dios no existe.
La Cuaresma es tiempo para que todos los que anhelamos la Vida y recuperar lo perdido por Adán y Eva, nuestros primeros padres, nos arrepintamos. En primer lugar, en nuestro propio nombre, de nuestros pecados personales, heredados del Pecado Original causado por Satanás. En segundo lugar, de los pecados de todos los que formamos la Iglesia, y de la propia Iglesia, que en diferentes momentos en la Sagrada Escritura es comparada a una prostituta que fornica con las naciones y con las religiones falsas de los pueblos de la tierra, así lo recuerdan por ejemplo Isaías Jeremías, Ezequiel o el propio Jesucristo en la Visión del Apocalipsis revelada a San Juan.
La Cuaresma también es tiempo de Conversión, tras el Arrepentimiento sincero, de cada uno de nosotros y de la Iglesia, lo que exige apartarse de lo malo y hacer lo bueno siguiendo el Camino marcado sólo por Jesús, que nos mostró el paso final, y verdaderamente importante, de la Cuaresma, es decir, la Esperanza en la Liberación, en el Levantamiento y en la Vuelta a la Vida de todos y cada uno de los que hemos declarado su Nombre, y no lo hemos negado siendo tibios y merecedores de ser vomitados; y de la propia Iglesia, que como Esposa de Cristo Jesús, y no de las naciones o de las religiones y filosofías falsas, será Glorificada para toda la eternidad, primero tras la Vuelta de Jesús con el Poder y la Gloria dados por el Padre para Reinar y Juzgar a toda la tierra habitada y después cuando el propio Jesús " entregue todas las cosas al Padre, y él mismo se entregue al Padre y todos seamos todo en el Padre ", tal y como lo eran Adán y Eva antes de pecar.
Así pues, como conclusión, en el silencio y la soledad frecuentes, con los ayunos y vigilias habituales para orar al Padre, mediante Jesucristo, apartémonos del Mal, del paganismo representado mediante las religiones falsas, las filosofías mundanas como los nacionalismos, socialismos, liberalismos, etc o aquellas asociaciones, academias o logias masónicas que pervierten sutilmente, como una serpiente, la Verdad, como lo hizo Satanás, y nos alejan de la única Esperanza personal y política para los hijos de Dios: El Regreso de Jesucristo y su Reino Eterno establecido por el Padre, la Jerusalén Celestial, así en la Tierra como en el Cielo ( Dan 2: 44; Apoc. 21 ). Amén.