Clemente Ferrer. Al comienzo de la Cuaresma he visionado la película “La Pasión de Cristo”. Muchas películas abordan la vida de Jesús de Nazaret. El espectador, conocedor de los hechos históricos, que alimentan su fe, es un público exigente a la hora de ver representado a su Señor.
Luego existe un público amplio, que cree conocer el evangelio, aunque en el fondo sólo tiene una vaga idea del mismo. También hay que señalar al espectador agnóstico. A la dificultad de llegar a un público tan heterogéneo, se suma otra realidad: los evangelios incluyen relatos, parábolas, milagros, enseñanzas o viajes, en los que intervienen numerosos personajes. Dar unidad a todo, y presentarlo atractivo y creíble, no resulta sencillo. Llega Mel Gibson con una idea brillante; rodar una película vibrante y minuciosa que se centre en la Pasión de Cristo. Pues, ¿no son los misterios pascuales los acontecimientos centrales; la pasión, muerte y resurrección de Jesús?
Acierta Gibson; Cristo ha venido al mundo movido por el amor, para redimirlo del pecado y acepta su pasión y muerte. Tiene una misión que cumplir; y esos sufrimientos terribles no son un fracaso; liberan. Se centra la narración, desde que Jesús acude con sus discípulos al huerto de Getsemaní, hasta su muerte en la cruz. La película resulta muy dura. En ese sentido, el film, discurre sin falsos pudores, como “Salvar al soldado Ryan”, “La lista de Schindler” o “Te doy mis ojos”.
Desde que Jesús es prendido en el huerto de los olivos, lo someten a todo tipo de vejaciones. Y el guión no hurta los detalles que describe el evangelio: insultos, empujones, bofetadas o salivazos. Le obligan a vestirse con ropajes ridículos, le desnudan, le azotan salvajemente y le coronan de espinas. Una increíble tortura, mostrada con realismo. “Pienso que nos hemos acostumbrado a ver preciosos crucifijos en las paredes, y olvidado lo que pasó de verdad. Me refiero a que sabemos que Jesús fue azotado, que cargó con la cruz, que los clavos le traspasaron las manos y los pies, pero raramente pensamos en lo que eso significa”, comenta Gibson.
La película aporta, que todo lo padece Cristo para librar al hombre del pecado. Por otro lado, durante el suplicio, se introducen “flash-backs” que ayudan a conocer el mensaje de Jesús y el sentido de su sufrimiento: vemos que es verdadero hombre, con sentido del humor, en las escenas con su madre; que el amor se desborda en la última cena, anticipo del sacrificio de la cruz.
Gibson ofrece la mirada de la Virgen María, muy bien interpretada por Maia Morgenstern. El espectador sufre con ella los dolores del hijo. El director tiene que cambiar el mundo en doce horas. (Fuente: decine21.com)