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Diario YA


 

20º aniversario de la Convención de los Derechos de los Niños

Día mundial de la infancia y la hipocresía

Jesús Asensi Vendrell. Se cumple este año el 20º aniversario de la Convención de los Derechos de los Niños, una ley internacional para proteger y promover los derechos de todos los niños en cualquier lugar y en todo momento, que fue firmada por 193 países, en los que es obligatorio su cumplimiento.

            Sí, y entre esos países firmantes estuvo también España. Por eso en muchos lugares de nuestro país se han realizado actividades lúdicas e informativas para conmemorar este aniversario. Por eso nuestra vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, se reunió junto a Casillas, el jugador del Real Madrid, con un montón de niños que le hicieron preguntas la mar de simpáticas, pues alguna de ellas consiguió arrancarle, nunca mejor dicho, más de una sonrisa.

            Pero no es oro todo lo que reluce ni el sol hace desaparecer la oscuridad completa. Porque todos sabemos que muchos niños siguen sufriendo todo tipo de atropellos y que la mayoría de países se pasan por debajo del forro los principios fundamentales de la Convención.

            Por eso y porque aún me siento niño, quiero realizar una serie de preguntas a nuestra vicepresidenta primera. Quizá las mismas que otros niños quisieron hacerle y no pudieron por culpa de la censura que cubre todo lo que no sea lo políticamente correcto y… progresista.

             Porque no entiendo, y quiero que me lo explique María Teresa Fernández de la Vega, cómo se alcanza en la ley del aborto “el interés superior del niño”, cuando sólo se busca el interés económico de las clínicas abortistas y el de algunas mujeres autodenominadas feministas. O lo de su “supervivencia y desarrollo”, cuando se les quita la vida sin contemplaciones, sin necesidad de alegar motivo alguno.  O también eso de “la no discriminación”, cuando se impide nacer a los niños que padecen alguna discapacidad física o psíquica. O cómo, en última instancia, se puede promover “la participación” de unos niños a los que no se les ha permitido ver la luz del día.

            Y es que la hipocresía hipoteca la fiabilidad de todos los gobiernos, firmantes de esta Convención o no, cuando pretenden presumir de su defensa de los derechos de la infancia y, al mismo tiempo y en otros ambientes, del presunto progresismo social conseguido gracias a la liberalización del aborto, el mayor y más terrible infanticidio en la historia de la humanidad.