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Diario YA


 

Milá, oráculo progre de otros tiempos, ejerce de maestra de ceremonias de esta basura.

De Gran Hermano a Gran Bastardo

La Lupa del YA. No pretendemos ir contracorriente, ni tampoco parecer estupendos, pero presumimos de no ver nada de televisión. Absolutamente nada. Algún trozo de telediario los fines de semana, algún reportaje que creemos que puede ser interesante, y algún partido de fútbol. No nos pregunten ustedes a qué hora dan determinada serie, ni en qué canal emiten no sé cuál programa, porque no sabremos responderles. No tenemos ni la más remota idea. Desconocemos todo lo relativo a la televisión en España, y la verdad es que tenemos la sensación de que no nos estamos perdiendo nada. Las razones por las que no vemos televisión son dos, básicamente: la primera es que nos aburre, y la segunda, que nos quedan demasiados libros interesantes por leer como para perder el tiempo delante de la caja tonta. Pero es que además, les diremos algo: estamos convencidos de que la televisión tiene un porcentaje altísimo de culpa en el desmoronamiento de la cultura occidental, y  en la ausencia total de valores que preside la sociedad actual.

Uno de los muchísimos programas de televisión de los que oímos hablar desde hace varios años es una cosa llamada “Gran Hermano”, cuya temática y presunto interés nos han explicado familiares y amigos. Según parece, la cosa consiste en meter a varias personas en una casa, y grabar lo que allí sucede, que en la mayor parte del tiempo es “nada”. Porque, según nos cuentan, los participantes en esta cosa mayormente se dedican a tumbarse en la cama o en el suelo, mantener larguísimas conversaciones sobre temas totalmente intranscendentes, o hacer algunas pruebas que les ponen los promotores de la idea para que el público se divierta viéndoles hacer el imbécil delante de las cámaras. Todo ello, claro, desde la absoluta falta de pudor y de educación, y con una moral laxa que les permite someterse a toda suerte de bajezas, humillaciones y perversiones. Una joya televisiva.

La señora Milá, oráculo progre de otros tiempos, ejerce de maestra de ceremonias de esta basura. Cada nueva edición, se superan en zafiedad y deformación social, y nos muestran lo que desde la televisión que los emite debe pensar que son los nuevos modelos a seguir. Imagínense, juntos, a un "matrimonio" de lesbianas de Valencia, una mujer obesa, un madrileño que defiende la apología nazi, una sevillana, mayor, supuesta numeraria del Opus Dei, una gitana rociera malagueña que lleva seis años viviendo separada y sin hablarse ni con sus padres ni con su hermano, un joven profesor de matemáticas que se casó con una alumna de la facultad donde impartía clases, una parapsicóloga valenciana, un azafato de vuelo muy guapo que se declara bisexual, una camarera catalana de un local de dominación y sumisión... Y en esta edición, para mofa y escarnio un minúsvalido de Almería.

Mercedes Milá ejerce de sacerdotisa del escarnio, para mantener la audiencia bien alta, y seguir forrándose todos los meses. Los directivos de la cadena que emite esa basura alimentando la gallina de los huevos de oro. Y el defensor del telespectador, y las asociaciones de derechos de la infancia, y las decenas de instituciones inservibles que se deberían ocupar de controlar la porquería que emiten las cadenas de televisión, todos calladitos y a tirar “palante”, como los de Alicante. Lo peor no es eso: lo peor es que a los pobres indeseables que protagonizan semejante bazofia les seguirán llevando al plató para que sigan ofendiendo al buen gusto con su diarrea mental permanente. Les seguirán viendo como estatuas de sal miles de personas que se tragan todo lo que les dan por la caja tonta. Y, entre todos, seguiremos contribuyendo a que la sociedad sea cada vez más nociva, más inmoral y más indecente.