De la Obediencia de rodillas. Palabras y signos.
No ha dejado Benedicto XVI de motu proprio o a través de las congregaciones pontificias de abordar algunos temas que, por mal tratados en ámbito eclesiales, le preocupan en orden al mandato que ha recibido de Cristo de confirmar en la Fe a sus hermanos y pastorear a su rebaño. También, se caracteriza su pontificado por el manejo sabio de los signos para aquellos que sepan leer en los mismos. Entre los primeros me fijaré en la obediencia y, entre los segundos, en la comunión de rodillas.
El Papa nos presenta, en diversas intervenciones, el ejemplo de obediencia de Jesús y de María. El 8 de septiembre de 2007 dirigiéndose a los sacerdotes y consagrados, en Austria, destacó que “Jesús vivió toda su vida (…) en la escucha del Padre, en la obediencia al Padre”. Anteriormente, en Alemania, el 11 de septiembre de 2006, recordó que en María encontramos "la humildad y la generosidad de aceptar la voluntad de Dios". Cristo y su madre están unidos por la aceptación de la voluntad de Dios, por el sí a la obediencia, que María plasma en la Anunciación. "En este doble sí, la obediencia del Hijo se hace cuerpo, María le da el cuerpo. Lo que tienen que ver uno con otra es este doble sí”.
Estos ejemplos los expone como modelos de comportamiento para todos los cristianos, aplicándolo, en bastantes ocasiones, a determinadas personas que desarrollan alguna misión específica en la Iglesia. Así, en octubre de 2006, meditando sobre la misión de los teólogos en la Iglesia advirtió que los llamados a este servicio deben “buscar la obediencia a la verdad” y no desvirtuar la palabra y el alma “al hablar obedeciendo a la dictadura de las opiniones comunes” lo que debe ser considerado “como una especie de prostitución de la palabra y del alma”. En este sentido, teniendo como destinatarios las almas consagradas les dice proponiendo el ejemplo por esencia, que Jesús " no actúa nunca sólo para sí, ni para complacer a los demás. Actúa partiendo siempre de la voluntad del Padre". Un Jesús que, a su vez, debe ser obedecido no en la abstracción ya que “la obediencia a la voluntad de Dios, la obediencia a Jesucristo, debe transformarse muy concretamente en una humilde obediencia a la Iglesia”. Jesús está presente entre nosotros de modo concreto en su cuerpo, la Iglesia. Pensamientos que también aparecen, lógicamente con otra redacción, en el documento El servicio de la autoridad y la obediencia de 28 de mayo pasado emitido como instrucción por La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Por tanto, Benedicto XVI contrapone la obediencia a Dios, a Jesucristo a través de la Iglesia frente una perniciosa obediencia a la dictadura del mundo. La primera nos realiza en tanto en cuanto es obediencia a quien sabe de nosotros más que nosotros mismos, la segunda nos conduce a prostituir una realidad de por sí hermosa. Pero el contexto histórico nos sitúa ante una crisis que infecciona todos los ámbitos con respecto a la obediencia. En un número elevado, los hijos no obedecen a los padres, los alumnos hacen lo propio con los profesores y hasta los mandos de los ejércitos ven menoscabada su autoridad. Por un proceso de ósmosis la Iglesia se ve afectada en sus miembros en la decadencia de una práctica virtuosa. Obispos, sacerdotes, religiosos, seglares sin hacer diferencias en adscripciones o corrientes de pensamiento… todos padecemos una sobrevaloración de nuestras opiniones por encima incluso, algunas veces, de dogmas y jerarquías. La mentalidad antropocéntrica en muchos puede más que una fe en Cristo y su Iglesia y, por tanto, no vivida.
En este orden de cosas, no deja de ser curioso que, desde hace unos meses, en todas las Misas celebradas por el Santo Padre la comunión la administre con el fiel de rodillas. Yo tuve la oportunidad, en dos ocasiones durante celebraciones de Juan Pablo II en Roma, siendo cardenal el actual Papa de darle la comunión que recibió reverentemente de rodillas. No hace nada extraordinario, si tenemos en cuenta que todos tenemos derecho, según las directrices pontificias desde que finalizó el concilio Vaticano II, a recibir la comunión de rodillas aunque extrañamente se hayan quitado los reclinatorios y no creo, precisamente, que para facilitarla. En definitiva, el meollo del tema es que obedecer y arrodillarse están relacionados. Comulgar a Cristo de rodillas nos coloca en nuestro sitio como adoradores del Dios hecho carne, de un misterio divino ante el cual trazamos una diferencia con mundo: de rodillas sólo ante Dios. “Al nombre de Jesús toda rodilla de doblará…” Palabra de Dios. No somos iguales, está claro. Pues bien, se hace mucho más fácil la obediencia cuando partimos de esta realidad y de una Fe que mira al misterio que está por encima de nosotros y ante el cual, como Jesús y María, decimos hágase tu voluntad aunque no siempre la comprendamos. La Iglesia y el Papa son parte del misterio por voluntad de Cristo.