De la “Primavera árabe” al terror del EI. El gran error de Europa
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Miguel Massanet Bosch. Cuando en diciembre del año 2010, según se nos hizo creer, se produjo el levantamiento popular en Túnez como consecuencia de la “puesta de acuerdo a través de las redes informáticas” de los contrarios al régimen vigente del dictador Zine El Abidine Ben Alí; todas la potencias europeas se felicitaron por entender que se abría las puertas a la democratización de los países del norte de África. La verdad es que ya se habían producido los primeros escarceos en Octubre de dicho año a causa de las protestas de la población del Sahara Occidental. Fueron el primer aviso.
Aquellas naciones que se mostraron tan decididas a apoyar lo que se vino a denominar, “la primavera árabe” en contra de los viejos dictadores africanos que las estaban dominando; no debemos olvidar que fueron los mismos países que estuvieron armando a aquellas dictaduras a las que, ahora, hipócritamente estaban pretendiendo derrocar. Las naciones europeas fueron las que, durante años, estuvieron proporcionando a Bahrein, Egipto, Libia, Siria y Yemen, armas, municiones, equipamiento militar y policial, que los déspotas utilizaban para matar, herir y detener a quienes se atrevían a manifestarse en contra de la opresión a la que estaban sometidos. Sólo los que se limitan a leer por encima las informaciones de la prensa, pudieron creerse que, los países europeos estaban dispuestos a exponerse a que, todo el norte de África, quedase en manos del islamismo, sin que existieran otros propósitos menos generosos, más egoístas y, por supuesto, más relacionados con la riqueza petrolífera de naciones implicadas, como Libia.
No acertaron los europeos ni los EE.UU en sus profecías ni en sus manejos para eliminar a dictadores como Muamar el Gadafi, de Libia, pensando que podrían meter la zarpa fácilmente sobre el inmenso potencial petrolífero, sin tener en cuenta que la mano férrea de Gadafi era la que mantenía el orden entre las tribus, tradicionalmente enemigas, que estaban deseando, como se ha demostrado posteriormente, hacerse con la riqueza petrolífera del país. Pero aquella revolución que, en un principio, creyeron poder controlar, se extendió por todo el norte de África, yéndoseles de las manos y adquiriendo dimensiones que superaron, con creces, los peores augurios de los analistas más pesimistas.
Túnez, Argelia, Mauritania, Sáhara Occidental, Arabia Saudí, Omán, Yemen, Libia, Kuwait, Sudán, Jordania, Siria, Egipto, Irak, Irán, Marruecos y Palestina, estuvieron afectados, en menor o mayor parte, por las rebeliones civiles contra los regímenes establecidos, con resultados diversos pero que, en algunas naciones, provocaron cambios radicales, caídas de gobiernos y guerras civiles que han constituido el caldo de cultivo ideal para la aparición de los islamismos radicales, como ocurrió con Al Qaeda y, más recientemente, con los yihadistas del Estado Islámico, que han conseguido atraer hacia su extremismo islamista a muchos que interpretan el Islam, como una guerra santa en la que se deben eliminar lo que, para ellos, son los infieles, con los que no existe piedad si es que no deciden abrazar el Islam y unirse a su “cruzada” de eliminación, de forma traumática, a todos los “enemigos” de “Ala”.
Ahora Occidente se encuentra ante el dilema de defenderse de los yihadistas que se han reforzado, que disponen del control del crudo en varios de los países que ocupan, lo que les proporciona todas las divisas que precisan para adquirir armamento de alta tecnología y pagar espléndidamente a quienes deciden formar parte de sus brigadas negras, siempre que estén dispuestos a masacrar a mansalva a todos aquellos que no se allanen a sus propósitos. Y aquí nos encontramos ante la verdadera debilidad de la CE. Una debilidad que se ha visto, claramente manifestada en el conflicto de Ucrania, en el que la Rusia del señor Putín ha actuado como le ha parecido, ha enviado a sus soldados a luchar contra los ucranianos; capturó, sin oposición, la península de Krimea y, a pesar de que, in extremis, se ha conseguido un precario alto al fuego, lo cierto es que los pro-rusos ya se han hecho con una importante franja en el este del país, que ha quedado bajo su poder.
Parece que, mientras los asesinatos en masa, los degüellos públicos y los raptos de miles de cristianos para someterlos a su poder, tuvieron lugar en Siria o Irak, los europeos no se sintieron afectados directamente ¡estaban tan lejos! Pero ocurrió en Francia que un semanario satírico, Charly Ebdo, fue asaltado por yihadistas y hubo una carnicería; Apenas un mes después fue en Dinamarca donde, en Copenhague un individuo asesinó a tres persona e hirió a cuatro ¡ahora ya los tenemos dentro de Europa y esto ha desconcertado a la UE! Pero lo más impactante es que, en la Libia donde hay dos gobiernos, el presuntamente legal, de Tobruch y otro formado por los que no lo aceptan, que luchan el uno contra el otro por la posesión de los pozos de petróleo (aquellos de los que pensaron apropiarse Francia y otros países europeos) y también hay las milicias del EI que se benefician de la lucha de ambos gobiernos para apropiarse de una parte del país. Y esto, señores ocurre a las mismas puertas de Europa, a unos pocos kilómetros de la bota italiana.
¿Ustedes piensan que, en Bruselas, se van a tomar medidas, me refiero a medidas eficaces, de defensa y de protección del flanco sur de Europa, en el que también nos encontramos nosotros, los españoles? Si, en cuanto se trata de que, una comisaria europea, nos afee el “mal trato” que nuestra Guardia Civil, presuntamente, les proporciona a los miles de inmigrantes que pretenden pasar, a la fuerza y con violencia, a través de nuestras fronteras, en Ceuta y Melilla, sin estar autorizados para ello; entonces da la impresión de que todos nos debemos doblegar para que no se enfaden; sin embargo, cuando tenemos a las puertas una amenaza tan evidente y tan difícil de contrarrestar como es el terrorismo islamista, nadie parece que haga algo sensato y eficaz para evitarlo; eso sí, reuniones, discursos, buenas palabras y gestos de indignación de cara a la galería, no faltan. Pero, el día menos pensado volveremos a tener, en algún lugar de Europa un atentado, puede que un sangriento atentado como fue el de la estación de Atocha en España, y entonces vendrán las inútiles lamentaciones, las muestras de luto delante de los ayuntamientos y el minuto de silencio en las cámaras de representación popular; aquellas que, precisamente, debieran de ser la encargadas de evitar que, ni en España ni en ninguna parte del resto de continente pudieran suceder semejantes salvajadas.
Pero la política, esta maldita política que llevó a Europa a dos guerras mundiales, es cobarde. Todo se pretende arreglar con reuniones, conversaciones, diálogos y estrechones de manos. ¿Pero que ocurre cuando los que desean acabar con nosotros no entienden este leguaje y pretenden solucionar la cuestión eliminándonos del mapa con un tajo en la garganta?, ¿habrá que esperar a que mueran unos cientos o unos miles más de ciudadanos, sean cristianos o protestante o budistas, para que la UE se decida a tomarse en serio lo que nos viene de oriente a través del norte de África? Esto es lo malo de hacer caso de aquellos pacifistas, cándidos o meapilas que piensan que, dando la otra mejilla, el mundo se va a arreglar. Nos pasa en España con los de Podemos, nos pasa con este feminismo extremo y belicoso que ha decido acabar con el sexo contrario y nos va a pasar con los islamista yihadistas el día que decidan que ha llegado el momento de regresar a Europa como hicieron sus antepasados, para imponernos su religión a golpe de cimitarra.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos asombrados como, entre luchas internas por el poder, aquellos que piensan invadirnos, se frotan las manos de regocijo. Luego nos quejaremos… si es que podemos.