De vuelta al Valle
José Vicente Rioseco. Hacía demasiado tiempo que no paseaba por el valle. Cuando vuelvo a él, después de un tiempo relativamente largo sin visitarlo, me encuentro como si le hubiera hecho una pequeña traición por no haberme acordado de él, en los húmedos días de invierno. Algo parecido a lo que les pasa a los adultos jóvenes de la sociedad actual, que están tan ocupados que solo visitan a sus ancianos padres, muy de tarde en tarde, o los que buscando una vida mejor, han tenido que emigrar a la ciudad y solo vuelven al pueblo por las fiestas del patrón, o por navidad, cuando la familia suele reunirse
. Esa sensación de traición, me obliga a pedirle perdón al valle por mi larga ausencia; pero él, como el anciano que vuelve a ver a su nieto, me recibe con sus mejores modos y la sonrisa de siempre.
El valle aún no está vestido con su ropa de primavera, y al caminar por él, aún no se encuentran los lugares con distintos perfumes, como sucede en las últimas semanas de primavera, y más aún en verano. El suelo del valle esta mojado y los olores son de frescor y de aire libre. Las acacias de la colina cercana a la iglesia de San Juan, ya han perdido su flor; pero los cerezos, los árboles que más colorido aportan al valle en primavera, aún no han florecido. Tampoco lo han hecho los manzanos, ni los perales; y si solo algunos ciruelos y los guinderos. En la soledad del paseo, el tiempo pasa de forma distinta a como lo hace en el trabajo, cuando se lee, o de charla con los amigos. Es otra dimensión, y los pensamientos, más que reflexiones, son ideas cambiantes, que invaden y obligan a uno a tenerlas en mente como si tuviesen vida y voluntad propia. Me pregunto si mi patria es mi valle.
En sus cartas a Ático, Cicerón dice que tiene dos patrias, Arpino allí donde nació y pasó su infancia y Roma, la ciudad, el estado que engloba la sociedad a la que Cicerón dice pertenecer y a la que quiere dirigir y moldear y en donde tratara de alcanzar la gloria. A Santiago Ramón y Cajal, le paso algo parecido. Su pequeña patria eran aquellos pueblos del norte de Aragón, en donde su padre ejercía la medicina y en donde él disfruto con sus juegos infantiles y traviesos, que le llevaron a veces a introducirse en un manicomio y allí se entretenía dibujando a los enfermos.
Su otra patria era España, por la que estuvo a punto de perder la vida cuando en la guerra de Cuba contrajo el paludismo, y por la que sufrió en su alma de hombre noble y amante como pocos del ser humano. Admiro a Don Santiago; menos al romano, que siempre entendió que la gloria, el conocimiento por los demás de las muchas virtudes que el poseía era su gran aspiración. Meditando sobre cuál sería la dedicación mediante la cual podía servir mejor a un mayor número de persona, Cicerón consideraba que el escribir libros sobre filosofía, política, moral, era la mejor forma de servir a sus conciudadanos. Pero siempre como instrumento para alcanzar la gloria, que debería ser imperecedera.
El paseo por el valle me lleva hasta un molino del siglo XVI. Quizás el tiempo en que aquel último caballero medieval que fue el emperador Carlos llevo a los campos de Europa, la guerra y la muerte, en Alemania, en Austria, en Italia, en África; para conseguir la unidad de la religión católica y mantener unida la herencia a su descendiente, o puede que algo más tardío, cuando los barcos del reino de España, la Armada Invencible, fue derrotada al tratar de invadir Inglaterra. Sigue el paseo, y siguen viniendo a la mente ideas y pensamientos. No hace más de cincuenta años las tierras del valle estaban todas ellas bien labradas y producían maíz, trigo y patatas en abundancia.
Hoy la mayoría están a campo y no son productivas. Y sin embargo es uno de los grandes problemas de la comarca. Los jóvenes encuentran grandes dificultades para encontrar trabajo. Creo que lo que realmente falta es iniciativa, decisión, lo que ahora se llama “falta de capacidad emprendedora”. Entre los muchos campos sin labrar que hay en el valle, hay apenas dos hectáreas muy bien cultivadas. Dos amigos, un enólogo y un bodeguero, se pusieron de acuerdo y emprendieron una empresa que ya ha dado sus frutos. Es una plantación de la variedad de uva “blanca lexitima”, una planta autóctona de la zona atlántica y de la que ya se han obtenido los primeros caldos de una gran calidad. Le pusieron de nombre a la bodega “El Paraguas”.
Los dos emprendedores ya están pensando en plantar más cepas. El paseo por el valle se acaba. Me hago el propósito de no tardar tanto en volver a él. Quizás cuando los cerezos ya estén en su plenitud floral, y desde las pequeñas colinas mi valle se parezca al valle del Jerte y las abejas de mi amigo Ramiro estén en plena producción de miel. El paseo por el valle, siempre vale la pena. [email protected]