Del deseo de ser informado, y de alimentar mi curiosidad, líbrame Jesús.
Mater Dei. Uno de los grandes éxitos de esta era de las comunicaciones (internet, televisión, etc.) es la inmediatez en la información. Lo que antes podría tardarse años en conocerse, ahora es posible tenerlo en segundos a través de una computadora. Lo curioso, sin embargo, es que ello no ha supuesto un verdadero avance en la calidad humana. Todo lo contrario, en muchas ocasiones esos medios de comunicación son excusa para difamar el honor de otros, o para filtrar sus propias ideologías.
Pero más allá de la crítica a las nuevas tecnologías, una de las secuelas del pecado original es el afán por fisgonear en todo. Se dice que aquel que está más informado tiene más posibilidades de ejercer el poder. Sin embargo, cuando no existe verdadera rectitud de intención, entonces, ese control sobre todo lo que se sabe, puede estar orientado, no precisamente para hacer el bien, sino ser aprovechado en beneficio propio sin obrar con justicia.
No alentar esos deseos de curiosidad o de información no significa vivir en la inopia, sino que se trata de educar nuestras ambiciones de cara al bien común. Estudio y formación, cada uno en el estado y edad correspondientes, son los elementos necesarios para conocer lo que realmente nos conviene, y lo que puede beneficiar a otros. La curiosidad, ese meternos en cosas que no nos incumben, se puede convertir en una excusa fácil para arremeter contra la fama y el honor de otros y, de esta manera, justificar nuestros defectos.
Muchas cosas podía haber preguntado la Virgen ante la presencia de Gabriel, y quizás se encontraba en su perfecto derecho, pero ante semejante misterio lo más importante era descubrir que Dios esperaba de ella un consentimiento que trasformaría la historia de la humanidad. Eso sólo puede ser ponderado cuando somos almas de oración. Allí, en ese trato íntimo con Dios, Dios siempre nos dará la “información” necesaria para nuestra santificación.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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Cuenta con nosotros, con nuestra oración, tú estás siempre presente en ella