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Diario YA


 

al nacionalismo catalán como a sus actuales dirigentes en funciones, no les ha satisfecho que el Vaticano haya nombrado a un prelado aragonés

Del nuevo arzobispo de Barcelona y del plantón de Mas

Miguel Massanet Bosch. Parece que algunos políticos catalanes, aparte de haberse entregado de lleno a la causa nacionalista, han decidido vender su alma al propio Diablo con tal de conseguir el apoyo de los comunistas de la CUP. Es evidente que Artur Mas se encuentra metido en el más complicado de los laberintos políticos que se pueda llegar a imaginar.

El mismo se ha ido encerrando, cada vez más, en su imaginario reino de utopías nacionalistas, de tal modo que, en su fanatismo independentista y en su obsesión por ser nombrado de nuevo presidente de la Generalitat, parece que ya no acepta lo que hoy se ha dado en llamar “líneas rojas” que limiten sus actuaciones ni tiene la sensatez que le permita contener sus impulsos hacia los mayores despropósitos, como es el caso de su entreguismo ( el no quiere que se diga bajada de pantalones) a los comunistas anarquistas de esta organización minoritaria la CUP que, curiosamente, gracias a la importancia que les han dado los de Junts pel Si, han conseguido situarse como figuras determinantes de la política catalana, lo que ha aumentado su ego y sus ansias de poder.

Es evidente que el catalanismo, en su máxima expresión de la fórmula independentista, ha decidido en esta ocasión y aprovechando que, en España, las elecciones han dejado un panorama político lo suficientemente complejo como para que, la gobernabilidad de la nación, quede en entredicho; posiblemente por más tiempo del que sería deseable para garantizar el orden, la seguridad jurídica, la calidad de nuestras relaciones con el resto de Europa y la propia tranquilidad de los ciudadanos españoles, que empiezan a temerse que lo peor puede llegar en cualquier momento y que, el futuro de España, ha entrado en una fase en la que es imposible predecir cual va a ser el futuro y en qué manos vamos a caer los españoles, cuando se constituyan el nuevo Parlamento y el próximo gobierno del país.

El último cartucho que parece que le queda al señor Mas es, pues, aprovecharse de esta situación indefinida, de este interregno entre el gobierno saliente y el gobierno entrante, para declarar la independencia que, por otra parte, es una de las exigencias que le ha propuesto la CUP para poderle apoyar en su investidura. Claro que siempre que, las votaciones asamblearias que se celebran hoy en Sabadell por la CUP, no echen por tierra cualquier posibilidad de que se alcance el esperado acuerdo. Una muestra de hasta donde puede llegar la obsesión por conseguir la investidura del señor Artur Mas, la hemos tenido, recientemente, con motivo de la toma de posesión del nuevo arzobispo de Barcelona y exobispo de Logroño monseñor Juan José Omella.

En un acto litúrgico presidido por el nuncio apostólico de España y Andorra, Renzo Fratini y con la presencia del cardenal y arzobispo emérito monseñor Martínez Sistach y con el acompañamiento de 59 prelados concelebrantes la ceremonia se tuvo lugar frente al altar de la catedral de la Ciudad Condal. No obstante, en un acto de tanta trascendencia para la ciudadanía catalana, destacaron las ausencias del señor Mas y del resto de miembros, máximos responsables de Barcelona y Cataluña que, curiosamente, sí asistieron a la despedida del cardenal Sistach ( que siempre se ha distinguido, durante todo el tiempo al frente de la archidiócesis de Barcelona, por sus simpatías hacia la causa independentista y sus presiones ante el Vaticano para prolongar su mandato, en dos ocasiones, cuando ya había superado con creces la edad prevista para su jubilación) Es obvio que, tanto al nacionalismo catalán como a sus actuales dirigentes en funciones, no les ha satisfecho que el Vaticano haya nombrado a un prelado aragonés, por cierto catalanoparlante, y no se haya accedido, como se pretendía, a que el sucesor de monseñor Sistach fuera catalán como su antecesor.

Pero algunos creemos que han existido otras razones para que Mas dejara de asistir a la ceremonia de toma de posesión de monseñor Omella. En efecto, seguramente ha querido evitar que, en vísperas de la toma de decisiones de los “cuperos” sobre el posible apoyo de su partido a su investidura como presidente de la Generalitat, su presencia en el acto de la catedral catalana, de indudable carácter religioso, fuera entendida por los comunistas de la CUP como una especie de provocación, como una muestra de apoyo al catolicismo que, como se sabe, es algo con lo que los comunistas no pueden transigir, dada su concepción materialista de la vida y su evidente rechazo a todo lo que tenga relación con la iglesia católica y sus pastores.

Todos sabemos que, dentro de CDC o lo que hoy se conoce como Democracia y Libertad, existen muchas personas católicas y también pertenecientes a otras ramas del cristianismo, evidentemente de tendencia derechista que, con toda probabilidad, aún siendo de tendencias separatistas, no van a ver con buenos ojos el desplante del equipo de Mas al señor arzobispo y, por supuesto, que no van a estar de acuerdo que, para garantizarse la investidura, recurra a intentar comprar a los anarquistas separatistas sabiendo que, aunque sean una parte pequeña del futuro Parlamento de Cataluña, si les deben a ellos el poder gobernar van a estar siempre pendientes de los chantajes que les vayan haciendo quienes saben que tienen la llave de la gobernabilidad del país. Son muchas y muy determinantes las condiciones que el señor Mas y su partido van a tener que tragar, si pretenden renovar la presidencia de la Generalitat, y es evidente que, muchas de ellas, no van a ser bien aceptadas por los ciudadanos catalanes, no sólo de los que pertenezcan a su propia formación política, sino del resto de partidos que formarán parte de la oposición, tales como el PSC, C’s y el PP que no es posible que se resignen fácilmente a que los de la CUP impongan al resto sus recetas bolcheviques.

Existe otra dificultad, que podríamos calificar de concluyente y, por supuesto, definitiva ya que, como es sabido y así lo determinó el TC, la declaración separatista emitida por el Parlament catalán, el día de su constitución; ratificada posteriormente por la cámara catalana, es anticonstitucional. La CUP exige que se ponga inmediatamente en marcha el movimiento separatista, iniciando el llamado proceso constituyente y poniendo en práctica la constitución de un gobierno paralelo hasta que, el Parlament, haya acabado el proceso y se haya aprobado la nueva Constitución para la hipotética “nación catalana”. El señor Albiol ya lo ha advertido y cualquiera que sea quien gobierne nuestra nación, salvo el caso poco probable de que fuera Podemos, del señor Pablo Iglesias, ya ha manifestado que no van a permitir que, este proceso de ruptura con España, pueda llevarse adelante.

La aplicación del Art. 155 de la Constitución española entraría en acción y todo el invento se iría a hacer gárgaras, por mucho que se desgañitasen los señores Mas, Junqueras, Oms o todos los integrados en este partido artificial, Junts pel Si, formado para conseguir el apoyo popular que, sin embargo, no alcanzó a superar los votos de los catalanes que escogieron por votar a los partidos constitucionalistas. Se ponga como se ponga el señor Artur Mas ya ha entrado en la categoría de político amortizado, sus votantes se lo dijeron claramente cuando, el 27S, no logró mejorar sus anteriores resultados y desde el momento en que, el 20D, su partido se quedo con la mitad de los representantes en el Congreso de Diputados español, consiguiendo apenas 8 escaños. ¿Qué más necesita, este señor, para admitir que su tiempo ha terminado, que su presencia no haría más que complicar más el problema catalán y que sus posibilidades de encontrar una salida a la actual situación con investidura o sin ella, han quedado reducidas a la nada?

En todo caso, la situación en Cataluña, el problema nacionalista no deja de ser un escollo más en el ya, de por si, complicado problema del resto de la nación, al que, quieran o no, salvo que haya algún partido, como Podemos, que intenta infringir el mandato constitucional permitiendo el referéndum plebiscitario que vienen exigiendo los nacionalistas catalanes, sabiendo que, para ello, para que se pudiera aceptar sería necesario modificar la Constitución, una posibilidad absurda dado que, en la cámara baja, no tendrían la mayoría precisa y, en todo caso, la mayoría absoluta del PP en el Senado, lo impediría. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, se contempla como Cataluña está entrando en una deriva que amenaza con dos posibilidad, a cual peor, o un apoyo de la CUP a la investidura de Mas imponiendo sus condiciones draconianas o, no sabemos lo que puede ser peor, que los de Ada Colau (o sea Podemos) lleguen a entenderse para formar una coalición con los de la CUP. ¡Ah! y no se pierdan este detalle: los de la antigua Terra Lliure parece que han resucitado para pedir el apoyo a Mas. Cada vez peor.

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