Dios nos necesita
Dios, en su admirable plan de salvación nos ha elegido, pero cuando elige a algunos no excluye a otros, sino que en esa llamada que nos hace, de un modo tan personal, se significa palpablemente su amor por todos, sin distinción alguna.
Esto nos lleva a una sorprendente conclusión: Dios se ha hecho dependiente de mí, quiere contar conmigo para ese proyecto de salvación. Cuánto nos cuesta admitirlo, es decir, meternos por esos caminos de amor de Dios. Cuando no correspondo a esa entrega divina, cuando no estoy a la altura de aquello que Dios espera de mí, no es que yo haga mal a Dios, sino que hago mal a otros, porque todos participamos de sus mismas entrañas de misericordia.
¡Qué importante es darnos cuenta de esto: Dios no se apaña bien solo, quiere necesitarnos! Hay un embelesamiento de la Trinidad conmigo que se va manifestando, día tras día, en multitud de caricias y detalles de amor. Dios es un enamorado que “cae” en desazón cuando no correspondemos, como la amada del Cantar de los Cantares en busca del amado. Hemos de tener la audacia de creerlo, y ayudar a los demás a creerlo.
Cuando Dios vuelva ¿encontrará fe, fe en ese amor que se entregó radicalmente en la Cruz de su Hijo? No se trata de un amor que responde sólo con la cabeza, sino que es una fe llena de actos de amor, que ve con un corazón apasionado, y que nos lleva por más caminos de amor, manifestados en mi entrega, mi audacia, mi generosidad… mi vida entera.
María, nuestra Madre, sí sabe de esa necesidad del amor de Dios por cada uno de nosotros. Lo sabe hasta el final, y comprende el alcance de su vocación, hasta derramarse en el mismo sacrificio de su Hijo junto a la Cruz.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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