Miguel Massanet. Decía el gran jurista, político y orador romano Marco Tulio Cicerón en su De Officcis, lo siguiente: “De todos los hechos culpables ninguno tan grande como el de aquellos que, cuando más nos están engañando, tratan de aparentar bondad”. Es posible que si hubieran pasado diez años desde la gran hecatombe del último gobierno socialista en España, algunos desmemoriados hubieran conseguido olvidar los efectos deletéreos que para nuestro país tuvieron las dos últimas legislaturas en manos del señor Rodríguez Zapatero y sus dos gobiernos, a cual peor, en los que, precisamente, estuvo y desempeñó un papel destacado en ambos ejecutivos, el señor don Alfredo Pérez Rubalcaba. Incluso algunos menos rencorosos hubieran estado dispuestos a hacer la vista gorda y olvidarse de sus maldades si, como le hubiera correspondido hacer, hubiera intentado remediar los desmanes de su partido, adoptando una política de colaboración, una actitud de arrepentimiento de sus errores garrafales en el enfoque de las políticas económicas, financieras y sociales que dieron por resultado una España arruinada, endeudada y encarrilada hacia el abismo de la quiebra soberana y, en consecuencia, haber el propósito de colaborar, él y su partido el PSOE, en conseguir sacar a España del gran caos en el que la dejaron sumergida.
Por desgracia, nada de todo ello ha sucedido y el señor Pérez Rubalcaba, haciendo honor a su carácter intrigante, a sus habilidades para faltar a la verdad, a sus dotes innatas para tergiversar las cosas y a su sectarismo, que lo ha llevado a utilizar las alcantarillas del Estado, como lugar favorito en el que desarrollar su actividad destructiva y sus acuerdos con las fuerzas del mal, con el único objetivo de minar la tarea del actual gobierno y, usando los métodos más arteros y menos nobles, intentar recuperar el poder, aunque fuere a costa de la unidad de la patria y la recuperación del país del marasmo e inmundicia en el que lo dejaron; ha tomado de nuevo el camino de Rasputín del PSOE, pretendiendo convertirse en el nuevo “Iluminado”, el ángel de las Tinieblas enviado por Belcebú para “salvarnos” a los españoles de lo que, él mismo, ha querido calificar de: “gran emergencia social” en un discurso apocalíptico en el que ha hablado de “las desdichadas consecuencias de la reforma laboral de Rajoy”, elevando el tono de su diatriba cuando ha llegado a decir: “No tengo palabras para describir el drama que viven los españoles”.
Para echarse a llorar, si señores, para rasgarse las vestiduras y dinamitar, de una vez y para siempre, a los que: con su conducta indigna, su incapacidad, sus engaños y falacias y su enorme incompetencia y sectarismo, en sólo siete años, supieron convertir un país próspero y unánimemente reconocido como una nación ejemplar, en un puñado de escombros situado a la cola de toda Europa y con cinco millones de parados. Y estos han sido, señores, los mismos a los que pertenece este nuevo adalid de la “recuperación del país”, este señor que fue ministro y vicepresidente de los gobiernos del PSOE que precedieron al actual ejecutivo del señor Rajoy, del PP. Los mismos que permitieron la invasión indiscriminada de inmigrantes, la mayoría sin contrato de trabajo; que han sido un factor importante en el hecho de que nuestra Seguridad Social haya quedado colapsada y de que, el coste del suministro de medicinas a los beneficiarios de la Seguridad Social, sea en estos momentos insostenible para el Estado, contribuyendo a que el Estado del bienestar que ahora tanto reclaman, ellos y el resto de partidos de las izquierdas, se haya convertido en algo inasumible para nuestra nación, que bastante hace con intentar sobrellevar las penurias que nos legaron.
Ahora, el señor Rubalcaba, en otra de sus piruetas de mago Merlín, pretende darle la vuelta a la tortilla y se nos aparece como el gran impulsor de un gran pacto de estado para el cual, él y su partido, pretenden presentarse como los encargados de poner orden a una situación que, sin el mínimo rubor, la quieren pintar como insostenible, atribuyendo la culpa de que España se encuentre en tal situación, no a los siete años en los que el PSOE no quiso hacer nada para evitar caer en la crisis; negándose a aceptar la misma existencia de la recesión. Dijeron que, nuestras finanzas y economía, eran las más saneadas de Europa, situándonos por encima de Francia e Italia; sin querer asumir los efectos de sus errores; como si el estallido de la famosa “burbuja inmobiliaria” no hubiera tenido lugar y el desempleo sobrevenido a causa de ella no fuera una realidad tangible que empezaba a dejar cifras escalofriantes de obreros sin trabajo. Estos mismos de los que don Alfredo parece olvidarse, cuando culpa de la situación actual al gobierno del PP. ¡Y eso que sólo hace un año que dejaron el gobierno de la nación, con el país hecho unos zorros!
Una vez más el partido socialista se niega a pasar por el Purgatorio que la Historia le tenía reservado para purgar sus traiciones a los españoles y probar el acíbar de permanecer en la oposición. No han querido, no se han resignado y así, antes de que transcurriera un cuarto de la difícil legislatura que les dejaron al PP, ya pretenden resurgir de sus fracasos para aparentar ser el gran remedio a los males que padece el país. Esta oferta, que ahora pretenden vender a los españoles, la hubieran podido poner en práctica, si tan seguros estaban de su éxito, cuando los primeros síntomas de la crisis empezaron a anunciar la llegada de las vacas flacas. No quisieron, no admitieron los consejos de las voces autorizadas que anunciaban el fin de la época de prosperidad y, en lugar de rectificar, se lanzaron a tumba abierta, despilfarrando hasta el último euro de nuestra tesorería; acudiendo al endeudamiento, como si el pedir dinero a nuestros acreedores no supusiese entregarse en manos de la especulación y de los mercados bursátiles que, cada vez, se mostraron más exigentes y duros con nosotros.
Lo cierto es que el señor Rubalcaba y su partido, el PSOE, están abocados a una gran crisis interna, una lucha sorda por hacerse con el poder de los restos que quedan en la actualidad del partido de Pablo Iglesias y Besteiro que, si levantaran las cabezas de sus tumbas, seguramente quedarían horrorizados al ver en lo que ha quedado aquel partido en el que habían puesto toda su confianza. Es posible que, al secretario general de los socialistas, marcado de cerca por Carmen Chacón; asediado por Tomás Gómez del PSM; vigilado de cerca por el señor Griñán de Andalucía y enfrentado al señor Pere Navarro del PSC, con el que sostiene una dura contienda sobre la cuestión del separatismo catalán; se vea obligado a intentar buscar el apoyo de los antiguos socialistas, de los partidarios de Felipe González y de la vieja guardia, aquella que también tuvo su Watherloo con los GAL, el señor Roldán, los casos Lasa y Zabala junto al rocambolesco secuestro de Segundo Marey. Da la sensación de que los pocos apoyos con los que contaba don Alfredo se le están escapando de las manos y ya no le queda otra salida que la de hacerse notar en público; que buscar, a la desesperada un pacto (al que repetidamente se ha venido resistiendo) con el Gobierno, que le diera un respiro ante sus propios correligionarios que esperan ansiosos su caída.
No es momento para nuevos ensayos y él lo sabe. Ni el PP se puede permitir darle un salvavidas ni los españoles comprenderíamos que la política para salvar a España nos la dictaran aquellos que la llevaron a la situación de bordear el rescate por la CE. O este es, señores, mi criterio sobre la última jugada de don Alfredo Pérez Rubalcaba.