Don Juan Tenorio VS Haloween
Fidel García Martínez. La pandemia que asola España está cuestionando el mismo sentido de la muerte, que de una experiencia humana sagrada y transcendente se está convirtiendo en una tragedia banalizada. Muertos anónimos sin enterrar, muertos olvidados sin poder ser consolados por sus seres queridos, muertos enterrados en morgues frías. Muertos cuyo número ha sido y es objeto de disputas políticas. En estos días de tradicionales visitas a los campos santos se han restringido drásticamente: se notan más los peligros de contagio y de muerte que se causan los vivos, que pueden ser víctimas no por los difuntos de ultratumba, sino por los vivos que se acercan a sus tumbas. En estas circunstancias tan especiales y tan mortíferas hasta Don Juan Tenorio tiene más difícil derrotar a su enemigo mortal, cultural: el rey de las calabazas encendidas e incendiarias, Halloween, aunque los dos enemigos estén oficialmente prohibidos.
Durante mucho tiempo en la tradicional noche de ánimas, la que va del día de Todos los Santos al de Todos los Fieles Difuntos, en España se escenificaba en muchas ciudades grandes y pueblos pequeños, el Don Juan Tenorio de Zorrilla, que es mucho que el nombre del campo de balompié del Valladolid. El público vibraba de pasión y emoción religiosa al seguir las osadías soberbias y mujeriegas del calavera más insigne, quien gracias, al amor imposible de Doña Inés, la novicia seducida, logra la salvación. Hoy ya no se sigue representado el Tenorio fuera del tiempo propicio y privado, ¡cómo no!, de toda dimensión religiosa, con lo que se transforma en un pelele descafeinado y laicista, todo machista, alienado y esperpéntico.
Don Juan se mueve en el cementerio como pez en el agua y, en su afán profanador, no sólo no respeta los sagrados recintos de los conventos, sino que celebra una sepulcral cena con sus convidados de piedra, que atónitos se asombran de tanta audacia sacrílega. A pesar de todo, Zorilla salva a Don Juan gracias a Doña Inés, un ángel de amor, que le hace proclamar arrepentido y humilde: “mas es justo y notorio/ que, pues me abre el purgatorio, un punto de penitencia/ es el Dios de la clemencia, el Dios de Don Juan Tenorio”