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Diario YA


 

Intervencion grabada el domingo 18 de septiembre

"Donde está Dios, ahí hay futuro"

Benedicto XVI

¡Señoras y señores, queridos connacionales!

Dentro de pocos días partiré para mi viaje a Alemania, y estoy muy contento de ello. Pienso con alegría particularmente en Berlín, donde habrá muchos encuentros, y, naturalmente, en el discurso que mantendré en el Bundestag y en la gran Misa que podremos celebrar en el estadio olímpico.

Uno de los momentos más importantes de la visita será Erfurt: en ese monasterio agustiniano, en esa iglesia agustiniana, donde Lutero inició su camino, podré encontrarme con los representantes de la Iglesia Evangélica de Alemania. Allí rezaremos juntos, escucharemos la Palabra de Dios, pensaremos y hablaremos juntos. No esperamos ningún evento sensacional: de hecho, la verdadera grandeza del evento consiste precisamente en esto, en que en este lugar juntos podamos pensar, escuchar la Palabra de Dios y rezar, y así estaremos íntimamente cerca y se manifestará un verdadero ecumenismo.

Algo particular es para mí el encuentro en Eichsfeld, esta pequeña franja de tierra que, aun pasando a través de todas las peripecias de la historia, ha permanecido católica; después el Sudoeste de Alemania, con Frigurgo, la gran ciudad, con muchos encuentros que se desarrollarán allí, sobre todo la vigilia con los jóvenes y la gran Misa que clausurará el viaje.

Todo esto no es turismo religioso, y todavía menos un “show”. De lo que se trata, lo dice el lema de estos días: Donde está Dios, ahí hay futuro. Debería tratarse del hecho de que Dios vuelva a nuestro horizonte, este Dios tan a menudo totalmente ausente, a quien sin embargo necesitamos tanto.

Quizás me preguntaréis: “¿Pero Dios, existe? Y si existe, ¿se ocupa verdaderamente de nosotros? ¿Podemos nosotros llegar hasta Él?”. Sí, es verdad: no podemos poner a Dios sobre la mesa, no podemos tocarlo como un utensilio o tomarlo en la mano como un objeto cualquiera. Debemos desarrollar de nuevo la capacidad de percepción de Dios, capacidad que existe en nosotros. Podemos intuir algo de la grandeza de Dios en la grandeza del cosmos. Podemos utilizar el mundo a través de la técnica porque éste está construido de manera racional. En la gran racionalidad del mundo podemos intuir el espíritu del creador del cual proviene, y en la belleza de la creación podemos intuir algo de la belleza, de la grandeza y también de la bondad de Dios. En la Palabra de las Sagradas Escrituras podemos escuchar palabras de vida eterna que no vienen simplemente de los hombres, sino que vienen de Él, y en ellas escuchamos su voz. Y finalmente, vemos casi a Dios también en el encuentro con las personas que han sido tocadas por Él. No pienso sólo en los grandes: desde Pablo a la Madre Teresa pasando por Francisco de Asís; sino que pienso en tantas personas sencillas de las que nadie habla. Sin embargo, cuando nos encontramos con ellos, de ellas emana algo de bondad, sinceridad, alegría y sabemos que ahí está Dios y que Él nos toca también a nosotros. Por eso, en estos días queremos empeñarnos para volver a ver a Dios, para volver nosotros mismos a ser personas por las que entre en el mundo una luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda a vivir.