Donde se habla de reinas consorte y oscuras maniobras políticas
Miguel Massanet Bosch.
Es evidente que nuestro presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, ha conseguido situar a la monarquía española en el lugar en el que le interesa tenerla. Y es, precisamente, por esto que no se aviene a complacer a sus socios de gobierno, que hace tiempo que están reclamando su supresión mediante sucesivas campañas en contra del Rey y de la institución monárquica. No tanto, sin embargo, en contra de la figura de nuestra reina consorte que, quizás por venir del pueblo llano, ser feminista a carta cabal y mostrar maneras rebeldes en contra de las frías reglas de la institución, es posible que tenga un trato menos exigente por parte de esta izquierda ramplona que, por desgracia para España, está al frente de nuestra nación.
Es obvio que, de un tiempo a esta parte, la figura del monarca ha quedado desdibujada, capitidisminuida, reducida a un mero objeto decorativo y, por supuesto, sin ningún atisbo de oponerse a las sucesivas arbitrariedades a las que le somete el actual ejecutivo ni a las que, del mismo modo, impone al resto de españoles, sin que SM parezca tener intención de replicar, protestar o, al menos, mostrar una opinión crítica hacia quienes, con tanta facilidad como indulgencia por parte de una ciudadanía (que parece resignarse a que el comunismo regrese a España después de que fue vencido en la guerra civil de 1936) consiente que se incumpla abiertamente la Constitución, así como lo hacen de forma cómplice todos aquellos organismos públicos entre cuyas funciones está mantener, por los medios legales que fueren, la unidad de la nación española.
Si, ya se sabe que la Constitución otorga al monarca pocas atribuciones, entre las que se le dan es la Jefatura del Estado y el mando de las fuerzas armadas de las que es su máxima representación. Sin embargo, Felipe VI no carece de una cierta responsabilidad en lo que está sucediendo en esta España del 2022. Empezando por la elección de quien iba a ser la reina consorte, la señora Leticia Ortiz Rocasolano, una persona divorciada, que no gozaba de la aprobación de Juan Carlos I ni de la reina Sofía, una periodista conocida y presentadora de TV que tuvo la habilidad, la suerte o la ocasión de entablar amistad con el rey y, posteriormente conseguir casarse con él. ¿Era la más apropiada para ocupar semejante cargo? Evidentemente no. Autoritaria, en ocasiones, incorrecta y desconocedora del protocolo y poco dada a seguir las indicaciones de la familia real, lo que provocó no pocos incidentes con la familia de Felipe VI.
Ahora la reina va a cumplir 50 años y choca que, precisamente rotativos que defienden el republicanismo catalán y su independentismo, como es el caso de La Vanguardia, hayan salido en tromba, con gran amplitud de medios, espacio y loanzas, sin la menor crítica hacia su persona, para alabar la gestión de Leticia y, lo que todavía puede resultar menos creíble, con frases tan inexactas como “Leticia, la mujer que aprendió a ser reina” frase con la que los Godó, de la panfletaria La Vanguardia empiezan, con una cierta anticipación, a felicitarla por su cumpleaños. Incluso, puestos a no escatimar alabanzas, consideran el “corte” que le dio a su prometido, cuando todavía no estaban casados, cuando el Rey intentó apostillar algo y ella replicó “Déjame terminar” como si fuera algo positivo, lo que ellos ignorantes voluntarios del protocolo de la casa real, se limitan a considerar como “una declaración de intenciones”.
Cuando el Rey, en su discurso de proclamación, dijo aquello de “Una monarquía renovada para un tiempo nuevo”, nadie pudo pensar que ello significaría que la reina morganática fuera la que decidiera en palacio y la que impusiera sus tesis harto progresistas y, evidentemente más cercanas a las izquierdas que a las derechas, empezando por distanciar al Rey de su familia, enemistarlo con sus padres y enviar a la princesa Leonor a un internado de Inglaterra del que se dice que tiene raíces masónicas. Claro que la reina piensa que tiene la llave para conservar un tipo de monarquía de izquierdas, algo que no se ha producido en ningún país en el que gobiernen los comunistas y sólo se mantienen en lugares como la GB en la que, tanto tories como whigs, mantienen la corona como una institución útil que, por otra parte, es la base de la gran common wealth, capaz de mantener unidas a las antiguas colonias con la metrópolis.
No sabemos si el ego de Leticia, su desmedida presunción, su estiramiento y su falta de flexibilidad en el trato con la familia del Rey, se pueden considerar como una forma de monarquía adaptada a los tiempos modernos. En realidad, todos sabemos que se trata de una institución caduca, sin justificación alguna para mantenerla y a todas luces incompatible con la ideas modernistas, ultras y progresistas con las que la señora Leticia parece comulgar. Y si fuéramos los encargados de escoger su vestuario, seguramente no elegiríamos una minifalda para salir de casa y presumir de joven. Eso no va a ninguna persona que sea capaz de autocrítica y que busque el respeto de los ciudadanos.
Y, dando un giro de 180º al comentario, no nos queda otro remedio que formular algunas objeciones constructivas a nuestra derecha. En primer lugar, no debieran echar en saco roto el cambio radical que el señor Sánchez, este Frégoli de la política, está dando a su partido, en el sentido de potenciar todo su poder mediático y acción gubernamental dirigidos a cargar contra el PP. El inventarse toda clase de calumnias, críticas, descalificaciones y mentiras con la evidente intención de ganar el terreno perdido desde el gran batacazo del PSOE en la comunidad andaluza que, a su vez, vino precedido del desastre sin paliativos que cosecharon en los comicios madrileños; puede parecer que son los estertores del gobierno socio comunista que estamos padeciendo. Pero no olvidemos que todavía quedan muchos meses para las elecciones legislativas y, si es verdad, que primero, para mayo, vamos a tener las municipales, no debiéramos estar tan seguros de que la victoria, posible y probable, en este primer enfrentamiento no vaya a ser, ni mucho menos, lo suficientemente dramática para los socialistas que, sin duda alguna, van a mantener algunos de sus lugares emblemáticos en los que van a conservar el poder.
Quisiéramos aclarar algunos puntos con respecto a ciertas declaraciones, de Feijoo y de Ayuso, relacionadas con el aborto que, de no aclararse y dejarse lo suficientemente nítidas, pueden dar lugar a que una parte, la más fraguista, la menos influida por el progresismo reinante y la que, se quiera o no, constituye la base del PP, se tenga que plantear si puede o no votar a un partido que, de alguna manera, transige con un crimen tan abominable como es el de asesinar vidas que laten en el seno de sus madres desnaturalizadas. No quisiéramos que, un exceso de confianza por parte de los actuales dirigentes del centro derecha, pudiera llevarlos a pensar que las derechas españolas están dispuestas a votar lo que les intenten hacer tragar desde la dirección del PP. Sabemos que VOX está en horas bajas, como hace unos meses estuvo exultante, pero, como todo en el mundo de la política, pudiera cambiar si lo que se ofrece desde una supuesta derecha reformista resulta que no es más que un clon de lo que actualmente el gobierno de Sánchez está imponiendo al pueblo español.
Y hete aquí que, para no dejar su política de contradicciones, mientras el señor Pedro Sánchez nos habla de que en España las leyes se cumplen, es el mismo quien está dispuesto a cambiarlas para favorecer a aquellos catalanes que le vienen chantajeando para que les vaya permitiendo ir avanzando en su camino hacia la independencia de la comunidad catalana. Ahora está dispuesto a hablar con ERC sobre la reforma del delito de sedición en el CP. ¿Con qué objetivo? Pues es evidente, necesita amarrar el apoyo de los separatistas catalanes para poder seguir dictando decretos ley que le permitan hacer su política de puentear las cámaras y, de esta manera, lograr avanzar en su propósito de mantenerse el mayor tiempo posible en el poder.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos venimos percatando de que cada día que pasa, sin que se arregle la situación política en España, va creciendo la amenaza de que entremos en una espiral irreversible de la que, en definitiva, lo único que vamos a sacar va a ser una nueva dictadura al estilo de la venezolana. No nos cansaremos de repetirlo, pero todo apunta a que vaya a suceder algo parecido.
Y una frase de José Luis de Villalonga, escritor: “La política es el arte de triunfar de los incapaces de hacerlo en privado”