Dos toreros de culto
José Luis Jiménez, 11 de agosto.
Hay una frase muy extendida en el mundo de los toros, que reza así: "Corrida de expectación, corrida de decepción". Pero con eso iré más adelante. Ahora un introito. El otro día hable con mi amigo Paco Rubio, tantos años chef del hotel Palace madrileño. Desde hace un tiempo vive un retiro dorado en La Bañeza. En esa población leonesa regenta un restaurante, con su mismo nombre, de reconocido prestigio, en compañía de su esposa. Paco tiene una muy extensa trayectoria por esos mundos de Dios. Pero hay algo en lo que no ha cambiado. Su amor por los toros. Y su devoción por Curro Romero. Cuando le pregunté que, ahora retirado el de Camas, cúal es su torero preferido, contestó de inmediato: "Naturalmente, Morante de la Puebla".
Morante es un torero que es seguido por numerosos aficionados, pase lo que pase. Para ellos, al menos para una buena parte, es una especie de sucesor, con todas sus consecuencias, de Curro Romero. Se ha convertido en un icono para aquellos que entienden que torear es, especialmente, arte. Y ese pellizco que, de vez en cuando, encoge el corazón. Y le perdonan casi todo. Es motivo de culto artístico, y lloran sus ausencias. Y reciben alborozados cuando es anunciado en cualquier plaza. Y allí acuden en peregrinación.
Y en peregrinación acudieron este pasado domingo al Puerto de Santa María. Y alí se encontraron con los seguidores de otro torero. Diferente, especial, roqueño cual espartano de la batalla de las Termópilas. Y que ha sobrepasado cualquier adjetivo que le queramos otorgar. Son aquellos que le rinden pleitesía a quien ha roto casi todos los esquemas. A quien se va a ver para disfrutar, y para sufrir. Hay que verle. Y se pagan abonos completos en ferias que, de otra forma, no es posible encontrar localidades para su corrida Como no sea a precios desorbitados en la reventa. Muchos dicen que ir a verle en numerosas ocasiones porque si tiene un percance, que suele ser bastante habitual, no se sabe cuándo será la siguiente oportunidad. Hay que verle.
Y esas dos cofradías se encontraron el pasado domingo en la plaza de toros del Puerto de Santa María. Se habló de la corrida del año. Y algunos pusieron más alto el listón de la definición. Cada uno iba a ver al suyo, y al otro. De momento, no el contrario. Cada uno de los diestros es radicalmente diferente. Y para hacernos una idea de lo que ofrecen, fijémonos en los trajes de torear que llevaban. Morante de la Puebla, malva y azabache. José Tomas, grana y oro. Todo un símbolo.
Y ya puedo volver al comienzo del artículo. "Corrida de expectación, corrida de decepción".Parece que buena parte del desangelado, pero no falto de emoción precisamente, festejo, lo tuvieron los toros del Cuvillo. El peor lote le correspondió a Tomás. Pues menos mal, porque si es al contrario, Morante nada de nada. Tuvo un problema respiratorio que hizo retrasarse unos minutos su comparecencia en el último toro. Unos dicen que por cierta ansiedad. Otros que por el calor y la humedad. Anda que si llegan a torear en los Juegos Olímpicos. José Tomás se recupera de las dos cornadas. No podrá estar en Gijón y San Sebastián. En Valladolid ya empiezan a echar cuentas por si no puede estar presente en su feria. Y eso que es en Septiembre. Por aquello de los posibles percances anteriores. En Bilbao, cuya Semana Grande no tardará en empezar, no actuará. Dicen que prefieren televisión a la presencia del diestro madrileño. Los de Bilbao son muy suyos.