Editorial: "Con Berlusconi"
A la hora en que empezamos a redactar este texto, desconocemos si Eluana Englaro podrá seguir con vida mañana, la semana próxima o el mes que viene. Sabemos, eso sí, que Berlusconi, el polémico y siempre discutido primer ministro italiano, está haciendo todo lo que políticamente se puede hacer para salvar la vida de la mujer. Y sabemos que el Presidente de la República, Giorgio Napolitano, se ha negado a firmar el decreto ley aprobado por el Gobierno, contaminado por la corriente asesina, inhumana, que parece haberse instalado, como un diabólico virus, en Italia y casi podemos añadir que en toda Europa.
Y sí, naturalmente, la izquierda europea se dedicará a recordar ahora que la actitud del Ejecutivo de Berlusconi es inconstitucional, y que incumple una sentencia de los tribunales, y que incluso se opone a la voluntad "democrática" de los miembros de la familia de Eluana. Razones, todas ellas, que pesan menos que una pluma al lado de la Razón, con mayúscula, que mueve al primer ministro a actuar como lo está haciendo: la defensa de la vida humana, que no pertenece a ningún tribunal, ni a ninguna familia, ni tan siquiera al Señor Presidente de la República italiana; la vida de Eluana pertenece, por este orden, a Dios y a la propia Eluana. Nadie tiene derecho a ponerle fin.
Las sociedades occidentales, presas en la espiral de la mentira que promueve el socialismo y a la que se suma, casi siempre orgullosa y encantada, la derecha europea, han caído en el error de creer que realmente la vida sólo tiene sentido cuando permite hacer aquello que los estados "democráticos" quieren que hagamos las personas: votar y consumir. Así, Eluana no sería un ser humano, con su dignidad íntegra, con su grandeza que proviene de Dios, sino una especie de mueble antropomorfo que, como no habla, ni piensa, ni produce, ni consume, ni acude a las urnas cada cierto tiempo, es un estorbo carísimo que debe ser enviado al contenedor. El debate sobre el "dolor" y sobre el "sufrimiento" no es más que una cortina de humo que esconde el afán economicista que mueve siempre a todos estos sátrapas de pacotilla.
No es baladí la actitud de Berlusconi, quien en su larga trayectoria política ha tenido ocasión de equivocarse muchas veces (y cuando así ha sido, lo hemos hecho notar), pero que ahora merece no sólo el reconocimiento y la admiración, sino casi un rendido homenaje. Acostumbrados en España a tanta cobardía, a tanta vileza, a esa sumisión a lo moralmente execrable, a la tiranía de la demagogia y la servidumbre al relativismo, el gesto felizmente autoritario de Berlusconi nos anima a pensar que quizá las cosas puedan empezar a cambiar a partir de ahora. Y que, como ya ha pasado otras veces en la Historia, Italia sea el comienzo de una revolución humana.
Sólo Dios sabe si Eluana debe vivir o morir. Pero no debería existir ningún hombre sobre la faz de la Tierra que se creyera con derecho a decidir cuándo nace o muere otro ser igual que él. La vida humana es sagrada, y por tanto tiene una dignidad intrínseca que es muy superior, como valor, a la libertad que pudieran tener unos familiares a decidir por quien no puede hablar ni comunicarse de forma alguna. Reflexionemos. Hemos llegado a la insensatez de poner en manos de un tribunal el hecho de que una persona que sólo necesita alimento para vivir deje de tenerlo. Si esto no es una forma de totalitarismo, que alguien le ponga un nombre.
Sábado, 7 de febrero de 2009.