Editorial: "Derecha"
Editorial. 1 de mayo.
Es difícil quejarse del Gobierno socialista cuando se tiene al enemigo en casa. Otra vez han sido diputados de la derecha los que han hecho posible el ataque, por otra parte injusto e injustificado, contra el Santo Padre y, por elevación, contra la Iglesia. La derecha, esa mezcla de excelentes gestores, brillantes oradores, corruptos de poca monta, honorables demócratas y caciques locales, con esa manía suya de querer ser de izquierdas, causan mayor mal que el bien que pretenden. La cosa moral, no es lo suyo. Confunden churras con merinas y, claro, creen que la moral es opinable, que cada uno tiene la suya y que el Papa, será muy Papa, pero también es un hombre y mete la pata.
Esa derecha acomplejada, difícilmente puede ser rival de la izquierda.
La única fuerza capaz de contener la arbitrariedad y la mentira de la izquierda es la verdad. El problema que tiene es que sólo hay una. No existe la verdad de la señora Celia Villalobos o la verdad de la señora Ana Pastor y, naturalmente, no existe ni un gramo de verdad en lo que afirman ICV o el Parlamento belga. Pero a Villalobos y a Pastor, si lo dice un parlamentario belga o el más anti-teo de los verdes catalanes separatistas, la propuesta de sacar los colores al Papa se les presenta encantadora e irresistible. ¿Acaso importa la justicia? Y, siendo un poco más mezquinos, ¿acaso importan los votantes?
Triste espectáculo el que da, día tras día, un Partido Popular que ansía que la izquierda lo mire con buenos ojos; que alguno de esos “buenos socialistas –que también los hay”, cansados de las maldades nefastas de Zapatero, reconozcan que estuvieron equivocados un día y vayan a engrosar las filas celestes de las gaviotas; que el mundo les tenga por hombres y mujeres modernos, por gente de hoy en día, con sensibilidad tolerante y mentes abiertas. Triste espectáculo el de un Partido Popular que apela cada cuatro años al voto de los católicos para machacarlos cada vez que puede porque sabe que tiene a sus votantes comiendo en el pesebre del malminorismo y del miedo cerval al socialismo.
Señora Pastor, señora Villalobos: No hay nada reprobable en las palabras del Papa; sí, y mucho, en las de ustedes. El Papa, a diferencia de ustedes, ha dicho lo mismo que dijeron sus antecesores antes que él y lo mismo que en materia moral lleva dos mil años diciendo la Iglesia. En cambio ustedes, son una mala copia hoy, desde el centro reformismo liberal, de la izquierda de siempre. Díganos: ¿Por qué habría de preferir un católico a Judas que a Pilatos? ¿Por qué habría de votarles a ustedes un católico?