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Diario YA


 

Editorial: "El 7-J"

Las últimas encuestas indican que, una vez más, las elecciones europeas registrarán unos porcentajes de abstención muy altos. Y a pesar de que la Unión Europea se va a gastar unos cuantos millones de nuestros euros en una campaña de información que anime a la participación, mucho nos tememos que el resultado no será muy distinto al que se espera en estos momentos. Las causas son diversas, y a ellas vamos a dedicar hoy este comentario.

Europa, que siempre fue un conjunto de países asentados en su historia, su cultura y sus costumbres, hoy es un ente incomprensible, alejado de los pueblos, perfectamente inútil, arrastrado por una burocracia nociva y carente de una identidad propia. Difícilmente se puede esperar que los ciudadanos se sientan miembros de un proyecto político, económico y social en común cuando la realidad diaria muestra un poder omnímodo de unas clases dirigentes ocupadas en algunos asuntos recurrentes y no, como deberían, en los auténticos problemas de la gente normal.

En suma, es la propia democracia la que está en crisis, también en la Unión Europea. Los partidos que llevan como punto destacado de sus programas electorales la lucha implacable contra la corrupción y la búsqueda de la máxima representatividad de los electores no están haciendo otra cosa que evidenciar las peores lacras que puede padecer un sistema de representación. Y parece claro que ni el PSOE ni el PP, en España, quieren cambiar las reglas del juego, ni están muy interesados en conseguir que seamos los europeos los que de verdad mandemos en Europa.

Lamentablemente, atrás, perdidos en el abismo de los años pasados, quedaron los intentos de los primeros dirigentes proeuropeos (Adenauer, Schuman, De Gasperi...) de convertir la entonces llamada Comunidad Económica Europea en una institución política con fuerza suficiente como para poder competir con Estados Unidos por en liderazgo del planeta. Han bastado algunas décadas, pocas, de vicios democráticos, de idiota complacencia y de pasotismo general para constatar el fracaso: la Unión Europea de hoy es despreciada por Obama, que asume, dentro de su peculiar estilo personal, la iniciativa en la resolución de los peores conflictos existentes.

Por eso, no arrendamos la ganancia de aquellos que creen que con dinero se puede evitar un índice bajísimo de participación en los comicios del 7-J. No van por ahí los tiros, nos tememos. Sólo desde la honestidad de los políticos, desde la transparencia total, desde unos mecanismos lógicos de control de la corrupción y desde el respeto de la identidad cultural e histórica de los distintos países del Viejo Continente se logrará que los ciudadanos crean un poco en este tipo de convocatorias. De lo contrario, seguiremos cayendo siempre en los mismos errores.

Martes, 21 de abril de 2009.

 

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