Editorial: "El diablo con turbante"
Este año el Adviento llega en medio de la consternación general por los recientes atentados de Bombay que, habiendo sido una masacre inhumana, pudo haber sido aún peor, según han confesado, con increíble sangre fría, sus promotores. Los malvados no descansan, su sed de odio es insaciable, y ahora no hay ninguna duda de que volverán a intentar un 11-S en otro lugar del planeta, cueste lo que cueste.
Nótese la escalofriante diferencia, el inasumible choque de conceptos entre lo que representa el cristianismo y lo que propone el islamismo radical. Ahora que llegan las semanas previas a la celebración del Nacimiento de Jesús de Nazaret, los cristianos nos recogemos en la oración y el silencio, llevamos nuestro mensaje de amor al prójimo, practicamos la caridad y estamos, si cabe, más pendiente que nunca de ser fieles a lo que Dios espera de nosotros.
La deriva más ortodoxa del Islam pregona el ojo por ojo y diente por diente, la exterminación del diferente, la aniquilación del infiel. Los terroristas de Bombay, que son los mismos que los de Madrid, Londres y Nueva York, se inmolan por Alá porque para ellos el paraíso consiste en destruir, en causar daño, en multiplicar la violencia. Sangre para honrar a su dios, ya que no pueden hacerlo con otra cosa.
Ahora que algunos incautos pretenden confundir a miles de jóvenes (y de adultos desorientados) con esa patraña de
No caigamos en el buenismo insensato que pregona la progresía con su desfachatez habitual. En los libros sagrados de cada religión está el fundamento de la misma, y las consecuencias que de ello se derivan son irrefutables y muy evidentes. El mundo camina hacia un nuevo orden mundial en el que el Maligno, vestido de turbante, se hace presente cada vez con más saña. Pero nosotros no tenemos ningún miedo.
Lunes, 1 de diciembre de 2008.