Una de las características que definen al separatismo, tanto vasco como catalán, es que se ve obligado continuamente a retorcer los argumentos y tergiversar la realidad para poder acomodar los hechos a sus ideas. Esto puede ir desde lo sesudo y doctrinal hasta lo más anecdótico y banal, pero en el fondo es el mismo comportamiento falaz y la misma obsesión por imponer la mentira a la mayoría.
De excursión por Méjico, adonde ha ido invitado por el Festival Internacional Cervantino (que tiene bemoles también), José Luis Pérez Carod Rovira ha vuelto a sacar la lengua a paseo, y no precisamente para decir cosas coherentes, que es por lo que se supone que cobra a fin de mes. En tan españolísimo foro literario, el líder de la Esquerra se ha lanzado a afirmar que si Cataluña fuera un estado, ya tendría su Premio Nobel de Literatura. Intentemos analizar la frase, si antes no somos presa de la esquizofrenia.
Porque veamos: ¿qué tiene que ver el talento literario con la categoría política de un territorio?, ¿si Rusia no fuera Rusia no hubiera tenido los mejores atletas rusos?, ¿si Alemania hubiera sido una vulgar provincia gabacha hoy no tendríamos textos de Rilke, ni siquiera en francés? Pero honestamente, ¿es necesario expeler esta suerte de idioteces para subrayar que uno es un separatista que quiere irse de España a no se sabe bien dónde? No se entiende, al menos de momento.
Cataluña ha dado a las letras, a la ciencia, a la historia militar, al arte e incluso al fútbol centenares de hombres extraordinarios, que jamás necesitaron un carnet paleto de provincianismo catalán para ser los primeros en lo suyo. Y hablaron en español, claro, que es la lengua del conjunto de la nación española; y el que además conocía el catalán, pues lo usaba con toda naturalidad. Eran años en los que Cataluña no necesitaba (ni, por suerte, podía) prohibir el uso del español para afirmar su “cultura regional”.
Ahora, en cambio, este individuo que se reunió con ETA para pedirle que no pusiera bombas en Cataluña (el resto de España, como es obvio, le trae sin cuidado) tiene un poder político que ni en sus mejores sueños adolescentes pudo nunca imaginar. Y dice sandeces como que para ganar un Premio Nobel es necesario tener un estado propio. Pero da igual, porque él ya ha sido ungido por el siempre benéfico efecto de las urnas y de la incomparable Ley D´Hont. Y por muchos años.
Sábado, 11 de Octubre de 2008.