EDITORIAL: España: Objetivo del terrorismo islámico
José Luis Orella. El reciente atentado de Estocolmo vuelve a colocar a las minorías islámicas de nuestros países bajo lupa. Estas comunidades están formadas en su mayor parte por inmigrantes que mantienen sus costumbres y lengua, conformando un modo de vida paralelo al oficial que les acoge. En este submundo es fácil la ocultación de quienes no quieren dejarse verse.
En España, nos encontramos con habernos convertido en objetivo preferente para los atentados terroristas del islamismo más radical, por nuestro antiguo pasado andalusí. Para los musulmanes más radicales la extirpación del Islam del suelo patrio, que costó siete siglos de dura lucha son una afrenta que haya que remediar. Sin embargo, en el pasado, España gozaba de una buena relación internacional con los países árabes, que se ha visto socavada por nuestra subordinación a la política estadounidense. Antes éramos aliados, ahora un satélite de su constelación. En este sentido, el peligro islamista va incrementándose en los países ribereños del Mediterráneo, como es España.
En nuestro país la comunidad musulmana supera el millón trescientos mil creyentes. En su mayor parte son marroquíes, aunque con fuertes comunidades de argelinos, senegaleses y paquistaníes. Su número fue en fuerte incremento gracias a los convenios de colaboración que el gobierno de José María Aznar realizó para poder atraer una mano de obra barata y abundante para la industria de la construcción. En Cataluña, el gobierno convergente fomentó de forma extraordinaria su ubicación en su región para evitar el aumento de la población castellanoparlantes. Los marroquíes proceden en su mayor de la parte francófona, mientas los hispanoparlantes suelen ser rifeños, y no les suele gustar reconocerse marroquíes, por la represión sufrida por su cultura.
Pero el fundamentalismo musulmán crece en el norte de África. El fracaso del Estado de bienestar norteafricano; una fuerte demografía, que hace que la primera generación alfabetizada de las ciudades, no encuentre trabajo público; una fuerte emigración del campo a las ciudades, sin escuelas, ni centros sanitarios; produce un resentimiento cada vez mayor contra la oligarquía laica y enriquecida. Son puntos que han ayudado a que los sectores populares de las grandes ciudades, vean con simpatía la reislamización. Unos jóvenes que ven en la emigración su única posibilidad material, y encuentran en las mezquitas sin controlar de nuestras ciudades, su alimento espiritual. 300 de ellos fueron reclutados en Cataluña para la lucha jihadista, y uno de ellos causó la muerte de 18 carabineros italianos en Iraq. Ante la inoperancia de nuestra clase política, sólo la Iglesia, asesorada por cristianos árabes, demuestra tener conocimientos suficientes de cómo tratar con el Islam.