Editorial: "España puede"
Los grandes pueblos casi nunca lo han sido por la altura de miras o el talento de sus dirigentes políticos (que escasean en
Por eso, este 2009 que está recién nacido será el que determine qué clase de pueblo es el español; si uno de esos pueblos que se esconde ante los problemas importantes, huidizo e infantil, inmaduro e impotente, incapaz y torpe, o si por el contrario es un pueblo que se crece ante la adversidad y que, al margen del político que de manera circunstancial esté ahora mismo en
Los españoles acostumbramos a criticar el “chovinismo” francés, pero lo que esa crítica esconde no es otra cosa que una vieja antipatía hacia el gabacho que tiene 200 años de edad, por lo menos. En realidad, el “chovinismo” es admirable, como lo es cualquier tendencia de un país a hacer valer lo propio, lo que más puede enorgullecer y hacer brotar la confianza de sus ciudadanos, si es necesario por encima de lo que muestren los de fuera. En ese aspecto, los nacidos en España tenemos mucho que aprender aún.
Si hacemos, de nuevo, abstracción del señor que gobierna y el grupo de individuos que ha elegido para llevar el timón de este país, España podría liderar un movimiento internacional que propugnase la reconstrucción de las sociedades occidentales bajo el criterio de una vuelta a los valores tradicionales que propone el catolicismo, principio ineludible para pensar en una recuperación económica global. Y para ello, sólo es necesario creer en nuestra potencia como pueblo, demostrada ampliamente en otros muchos momentos cruciales de
¿Quién daba un duro por nosotros cuando el invencible Napoleón llegó aquí para quedarse con la península? Nadie. Y el terrible corso tuvo que abandonar su empresa, desesperado ante la imposibilidad de vencernos del todo. De aquello no ha pasado tanto tiempo, apenas algunas generaciones. Somos imaginativos, creativos e inteligentes, ha llegado el momento de que empecemos a pensar que no hacen falta los políticos para poder gobernar el mundo otra vez, como hicieron Sus Católicas Majestades, como hizo Carlos V o Felipe II, monarcas que siempre creyeron que España tenía la obligación de conducir, de abanderar; ellos sí eran conscientes de nuestra inmensa riqueza.
Jueves, 1 de enero de 2009.