Los políticos deberían tomar ejemplo. No para decir lo mismo que dice el Papa, sino para hacerlo como él lo hace, con coraje y de frente, sin medias verdades, verdades encubiertas, o cualquier otra forma de engaño y de mentira con la que adornar un discurso o un programa político.
El ejemplo es significativo y no dejará de sonar en el recuerdo cuando, durante estas semanas que se avecinan, escuchemos encendidas discusiones en el debate sobre el Estado de la Nación o en los mítines de campaña de cara a las europeas. La clase política mentirá cuando analice sus resultados electorales o cuando estime sus apoyos. Llenará su boca de mentira prometiendo y dibujando idílicos mundos posibles; mentirá cuando nos quiera hacer creer que porta bajo el brazo la solución a todos nuestros problemas.
En la necesidad y en el abandono, las palabras del Papa reconfortan a la minoría católica de Jordania; en la necesidad y el abandono, los políticos se aprovecharán de la circunstancia para, con la mejor de sus sonrisas, hacernos creer que poniéndonos en sus manos lograremos la libertad y prosperidad que anhelamos. De sobra saben que la mentira les encumbrará y acomodará en sus poltronas y que, una vez hecho esto, los programas pasarán a mejor vida.
En los próximos días, los medios seremos cómplices de sus mentiras y daremos crédito a unos y se lo quitaremos a otros. Hoy, aún están frescas las palabras del Papa en Jordania: "Nunca os olvidéis de la gran dignidad que deriva de vuestro legado cristiano".