Editorial: "La Navidad atea"
Confirmado: ha escocido, y mucho, tanto en la izquierda giliprogre como en cierta parte de la derecha liberal (centro-reformista, etc.) el exitazo de la concentración de las familias el pasado 28 de diciembre, con más de un millón de almas junto al banderón de España en
El caso es que, si uno reflexiona, no deja de tener su gracia que sean precisamente los descreídos quienes más empeño ponen todos los años en “celebrar”
Con la misma desfachatez, morro de oso hormiguero y cara dura como el cemento armado con que disfruta de su paga extra de julio, sabiendo (y si no lo sabe, gustosos se lo contamos ahora) que fue una creación del franquismo, la rojambre nacional agarra las panderetas, las zambombas y el confeti, se llena la boca de polvorones, deja la tienda para irse a esquiar o se pule en quince días el crédito que ha pedido en el banco ad hoc, con el fin de celebrar “las navidades”, así en plural, demostrando que la coherencia nunca ha sido su fuerte.
No conocerán ustedes a ningún ateo que, en señal de protesta y rebeldía ante una celebración en la que no cree, renuncie a sus vacaciones, devuelva la paga, cancele sus billetes de avión a Cancún, y se quede en la oficina, trabajando como un paria de la tierra, haciendo grande a este país con el sudor de su frente. Ni hablar. Me cachondeo de
Hace años producían vergüenza ajena. Hoy, solamente risa. Su modelo de relativismo a ultranza hace aguas por todas partes. Les falta algo en que creer, algo por lo que luchar que no sean todas las vaguedades de la sociedad postmoderna materialista. Por eso, porque su modelo social es un pingue que no hay por dónde coger, no tienen más remedio que ilusionarse con celebraciones cristianas. Porque, aunque se nieguen a admitirlo, sólo la idea de Dios, aunque la tengan envuelta en dudas, les da más calor al alma que todas sus milongas juntas.
Viernes, 2 de enero de 2008.