La verdad del matrimonio
Siempre es bueno, en tiempos como los actuales de tribulación y caos, acudir a lo que todos sabemos con certeza que es cierto, que es verdad. Incluso aquellos que, por las razones que fueren, se niegan a admitirlo públicamente, en su interior saben que la Ley Natural existe, es cierta y es buena, como también lo es la Moral Objetiva. Decimos hoy esto a propósito de ciertas ideas que algunas series de televisión, a base de repetirlas en horario de máxima audiencia, han conseguido hacer creer a buena parte de la sociedad occidental.
En esas series, cuyos títulos es ocioso detallar, se presenta a dos varones o a dos féminas empeñados en cohabitar bajo la denominación de “matrimonio”. Y en virtud de no sabemos bien qué argumentos laicistas, “progresistas” y “tolerantes”, parece que incluso los católicos debemos aceptar esa presunta realidad de hecho. Desde aquí decimos alto y claro que no. Que los católicos no podemos admitir esa obscena falsificación de la verdad. El matrimonio es lo que es, lo único que puede ser por su propia naturaleza.
Como dice el Génesis, “el mismo Dios es el autor del matrimonio”, que además “no depende del arbitrio humano”. La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: “No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como un "auxilio", representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf Sal 121,2). "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (cf Gn 2,18-25).
Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1,28).
Ésta, y no otra, es la realidad del matrimonio, aunque la mayoría de los guionistas de las series de ficción se empeñen en negarlo y ocultarlo. "La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar". Tengamos siempre los textos bíblicos como brújula para conocer la verdad de las cosas, no seamos débiles ni perezosos a la hora de rechazar operaciones de “marketing político” que sólo interesan a unos pocos.
Sábado, 2 de agosto de 2008.