Se esperaba que las bolsas recuperasen el resuello, que los precios bajasen de repente, que recuperasen su trabajo los parados. Que acabasen las guerras del mundo, que cesara el terrorismo islámico, que descendiera el precio del barril. Se esperaba que la paz llegase en forma de paloma, y atravesara los cielos del planeta, se esperaba el fin de la opresión de la clase obrera, se esperaba el sueño americano para todos. Pero no.
La victoria electoral de Barack Obama no ha solucionado de repente ninguno de los problemas del mundo occidental. No es el Mesías. A pesar de su don de gentes, su sonrisa perfecta y el color de su piel, el nuevo presidente electo de Estados Unidos va a tener que hacer lo mismo que estaba haciendo Bush, y lo mismo que habría tenido que hacer McCain si hubiera ganado: trabajar, trabajar y trabajar. No queda otra.
Y es que la progresía europea, que ha sido la que de forma más paleta y vergonzante se ha echado a la calle a celebrar el triunfo de quien consideran su “referente” en USA, va a tener que tragar mucha saliva en los próximos meses y años. Lo primero que ha hecho Obama, a las 24 horas de llegar al poder, ha sido aclarar que la visita a España “no es la primera de sus prioridades”; naturalmente. Sólo ZP pensaba lo contrario.
El candidato demócrata, que ha dejado muchas dudas en el apartado moral por su ambigüedad buscada sobre el tema del aborto, será, con toda certeza, un fiel continuador de las viejas políticas norteamericanas fuera de sus fronteras. Si alguien espera que Obama secunde ese pacifismo ñoño e irreal, esa blandenguería absurda hecha para mentes pueriles que tanto le gusta a Zapatero, nos tememos que yerra.
No habían pasado ni dos horas de su triunfo en las urnas, y el negro más famoso del planeta decía, casi con la voz entrecortada: “En esta nación no hay estados rojos ni azules: todos somos norteamericanos”. Muchos españoles darían dinero por escuchar al presidente del Gobierno, el mago del talante, hacer una declaración parecida a esa. Y, mientras, Pepiño celebra en Cuba la derrota de la “extrema derecha” estadounidense.
Viernes, 7 de Noviembre de 2008.