Muy mal tendrá que hacer las cosas Obama en los próximos años para borrar u oscurecer el excelente sabor que han dejado sus primeras semanas después de la victoria en las urnas, y sus primeras horas como presidente norteamericano. Si el candidato demócrata pretendía ganarse cien días de confianza, a fe que se los ha ganado; si buscaba la unánime esperanza de ver en él un político que haga historia manteniendo lo mejor de su patria (que es mucho) y corrigiendo lo peor, también lo ha conseguido. Quizá sea duro decirlo, pero ciertamente Obama ya sólo puede hacer dos cosas: estar a la altura de lo que se espera de él o decepcionar a miles de millones de personas en todo el planeta.
Un diario digital católico, como es Diario YA, no puede dejar de expresar la inquietud que suscitaron algunos puntos del programa electoral con el que se presentaba el entonces candidato demócrata. A un discurso sobre el aborto buscadamente ambiguo, y a una muy sospechosa equidistancia en otros asuntos de conciencia, hay que sumar ciertos guiños poco serios a la izquierda europea, con los que algunos botarates en España han querido llevar el agua a su molino, en un ejercicio de política-ficción realmente vergonzante. Estaremos muy atentos a cómo lleva Obama esos puntos programáticos a la realidad, y si de verdad está dispuesto, como dice, a buscar el Bien Común.
Pero sería injusto dar por sentado que el nuevo presidente se equivocará. Por muchas razones, pero primero porque todo el mundo merece un voto de confianza…, o al menos casi todo el mundo, y Obama está entre ellos. Y segundo, porque aunque muchos vean en su juramento sobre la Biblia un gesto de cara a la galería sin la mayor trascendencia, los cristianos estamos obligados moralmente a no dejar pasar un detalle que puede no ser baladí. Porque, llegados a este punto de la Historia, hay que empezar a distinguir entre políticos que cuentan con Dios para gobernar, y políticos que gobiernan de espaldas a Dios. Y Obama, por suerte para todos, pertenece al primer grupo.
Solamente escuchar ese “God bless you” atronador en la voz del nuevo inquilino de La Casa Blanca dirigiéndose a los americanos, y verlo salir a él, a su mujer y a sus hijas de la pequeña iglesia episcopal de Saint John minutos después de tomar un café con la familia Bush, son detalles que, en esta España del socialismo rencoroso y guerracivilista de Zapatero, suenan a verdadera música celestial. Si éste era el candidato que quería la izquierda española para Estados Unidos, por una vez, y sin que sirva de precedente, pensamos que es posible que no estén tan equivocados.
Y ¡qué decir de la cordialidad entre el presidente saliente y el entrante, las exquisitas formas, los discursos emocionados con permanentes alusiones a la patria! ¡Qué decir de las miles y miles de banderas, del tono solemne, del respeto sobrecogedor! ¡Es todo tan distinto a lo que estamos acostumbrados a padecer en esta triste España y en esta vieja Europa, llenas ambas de vicios y miserias! No lo tendrá fácil Obama, desde luego; pero aún peor lo tendrán aquellos que ni siquiera saben cómo situarse en la línea de salida.
Miércoles, 21 de enero de 2009.