Editorial: "Política bufa"
Uno de los ingredientes más lamentables de la ensalada tibia de membrillos en que se ha convertido la política española es, sin lugar a la menor duda, el enfrentamiento dialéctico entre los portavoces de los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP. Y aunque en todas partes cuecen habas, no dejaremos de decir lo que nos parece cierto, y es que los políticos socialistas casi siempre se llevan el gato al agua en lo que a ordinariez, zafiedad y mediocridad se refiere.
Como muestra de esto que decimos valga la comparecencia realizada ayer por el número dos del PSOE (ni un partido pudo pensar jamás en llegar tan bajo, ni un político tan alto) y dedicada casi en exclusiva a la presidenta regional de Madrid. Pepiño afirmó que Aguirre poco menos que se vino corriendo a la capital de España, olvidándose de todos sus acompañantes, consejeros y empresarios madrileños, a quienes habría dejado en la estacada para salvar el pellejo, en un acto indecente de egoísmo e indignidad.
La señora Aguirre tendrá sus defectos y cometerá sus errores, y en este diario hemos señalado ya algunos, pero sinceramente este ataque furibundo del portavoz socialista nos parece simplemente nauseabundo. Acusar a alguien que ha estado a punto de perder la vida en unos terribles atentados islamistas con esos argumentos, imaginarios, aventurados e indemostrables, es una prueba definitiva de que en la política española se ha perdido la vergüenza y el sentido común.
Volvemos a comprobar cómo el político profesional, en cuanto tiene un micrófono delante y libertad total para decir lo que le venga en gana, cuando siente que no hay quien le controle o le limite en su libertad convertida en libertinaje, se convierte en un individuo irresponsable, chabacano, ególatra, tan pagado de sí mismo que no pierde el tiempo pensando en los problemas de aquellos que han permitido que esté viviendo como un marajá sin dar un palo al agua.
Esto es la política en España: un salpicadero de estiércol, un ventilador en marcha. Un sainete de graciosillos y oportunistas incapaces de asumir su responsabilidad, sólo ocupados de dar el titular para que los suyos le aplaudan y los contrarios rabien. Acudiendo, si es preciso, a la mentira, a la calumnia, a lo que sea menester para ganar un metro más en la carrera por el poder absoluto. Para echarse a llorar.
Domingo, 29 de noviembre de 2008.