Editorial: "San Gil en FAES"
Se veía venir.
Estas cosas ocurren cuando un ex presidente no es un jubilado, ni siquiera un prejubilado de la política, sino que sigue en activo, fuera de las instituciones pero dentro del show business mediático, y su sucesor, nombrado a dedo y sin democracia interna, le sale rana. El ex presidente, en el fondo, quiere volver a ser presidente, pero ya no puede…, ¿solución? Primero, hacemos una fundación. Y después, “nos llevamos” a la fundación a los descartes del partido. Y todos contentos.
María San Gil, como Jaime Mayor Oreja o Regina Otaola, es uno de los valores “seguros” del PP. Su valentía ante los asesinos de ETA y su coherencia en el discurso político le han valido el respeto de la ciudadanía y el orgullo de los militantes y votantes del partido. Su salida del PP, tras aquel chusco episodio en el que faltó tacto y diligencia con quien tanto había dado a la organización, supuso un mazazo para muchas personas próximas a Génova, y una creciente antipatía hacia los promotores de esa crisis.
Así las cosas, desde fuera parece como si Rajoy se hubiera quedado con los peperos descafeinados, la serie b, los gallardonitas, los liberales capaces de entenderse con quien haga falta para llegar al poder; y en otra parte, algunos en FAES, otros en su casa y no pocos en empresas privadas, los aznaristas, los partidarios de Acebes y Zaplana más que de Soraya y González Pons, en definitiva, los nostálgicos de tiempos mejores.
El fichaje de San Gil por parte de Aznar en FAES es mucho más que un detalle casual. Es un auténtico golpe de mano del ex presidente del Gobierno con un mensaje claro para quien lo quiera entender. Si el PP fuese hoy un partido fuerte y sin complejos, esto ni siquiera hubiera sido noticia en las agencias informativas; pero siendo lo que es, un barco a la deriva sin rumbo fijo ni patrón, el hecho adquiere unas connotaciones muy interesantes.
Miércoles, 7 de enero de 2008.