Triste día después lleno de frases tópicas que, sin embargo, no le han quitado un ápice de dramatismo a la jornada. En el recuerdo, los fallecidos y sus familias, muchas preguntas sin responder y algunas insinuaciones que, como siempre, nos sirven para distinguir a quienes están de corazón con los afectados y aquellos otros que siempre están pensando en cómo arrimar el ascua a su sardina, incluso en momentos en los que sólo cabe, sólo procede la oración y el silencio.
Efectivamente, a todos nos gustaría saber qué ha pasado. Todos querríamos tener las cajas negras e indagar en ellas, casi nos parece posible interpretarlas por ciencia infusa. Pero lo cierto es que los resultados de la investigación tardarán en llegar, y cuando lleguen se podrán obtener algunas conclusiones (incluso, es posible que algunas acusaciones, ahora infundadas e irresponsables), que en modo alguno le quitarán al asunto la gran verdad que encierra: que ha sido un accidente.
¿Son evitables todos los accidentes? Probablemente. Pero en el propio significado de la palabra está la respuesta que muchos se empeñan en desatender justo ahora, cuando más intenso es el dolor y más honda la pena. En su tercera acepción, el DRAE dice de la palabra “accidente” lo siguiente: “Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas”. ¿Está claro? Y, como es fácil adivinar, esto no impide, sino al revés, que se realice la correspondiente investigación.
Lo último que necesita este país ahora mismo son acusaciones irresponsables, búsqueda de chivos expiatorios y otras maniobras más o menos indecentes. Es el momento del silencio y de la oración. El tiempo determinará si en este desgraciado accidente hay alguien que debe pagar por una negligencia o no. Hasta que eso suceda, lo que unos y otros deberían hacer es mantener la calma. Nosotros, en DiarioYa.es, así lo vamos a seguir haciendo.
Viernes, 22 de Agosto de 2008.