Editorial: "Tengo un CV para usted"
Por suerte, nadie preguntó al Presidente del Gobierno cuánto cuesta un Bitter Kas. Porque si las preguntas que hicieron los ciudadanos ante la afable presencia de Lorenzo Milá ya pusieron en apuros al Jefe del Ejecutivo, no queremos ni pensar qué hubiera sucedido si la cuestión se hubiera centrado en el precio del colorado refresco gaseoso. ZP llevaba escrito en su libreta de canutillo que un café cuesta 1´20 en los bares más baratos, y hasta 2 euros en otros más "finos"; nada de 80 céntimos, cantidad por la que, con suerte, algún camarero nos pondría un vasito de agua.
Pero, como decimos, Zapatero acudió seguro de sí mismo, convencido de que, al fin y al cabo, siempre sería más fácil sortear a un puñado de españoles cabreados que a los diputados del PP y de UPD en la sede de la soberanía. El hombre del talante y de la ceja, que se hizo célebre cuando estaba en la oposición por su machacona costumbre de acusar a Aznar de tener miedo al Parlamento, ha terminado padeciendo verdadera urticaria cada vez que se aproxima a la Carrera de San Jerónimo. De ahí que, cuando se le da a elegir, prefiera siempre la televisión.
Y allí estuvo, con su sonrisa fija, con esa media docena de "palabras comodín" (solidaridaz, libertaz, paz, igualdaz, seguridaz...) que le sirven para hablar de todo, con esa mirada de hombre que está encantado de haberse conocido, diciendo que él nunca prometió el pleno empleo (lo llevaba hasta en los carteles electorales, como le recordaron ayer algunos "amigos" que tiene entre la prensa) y que no ha mentido ni engañado a nadie en relación con la crisis económica. Cuando las preguntas picaban, tragaba saliva y miraba de reojo a Milá, por ver si a él se le ocurría algo.
Como no podía faltar el detalle demagogo de la noche (no hubiera sido enteramente socialista el show), Zapatero accedió a coger un curriculum vitae a una joven con síndrome de down. ¿Qué va a hacer ahora, señor Presidente?, ¿va a colocar a la chica a trabajar de secretaria en el Palacio de La Moncloa? Tendrá cola en la puerta de Torrespaña la próxima vez que vaya a un programita del Milá. ¿Va a dejarla sin trabajo después de haber hecho el paripé con el CV, delante de 6 millones de compatriotas? Perderá algunos cientos de votos. O miles.
Lo más triste del hecho acontecido en la noche del pasado lunes es que, nuevamente, comprobamos que en España no hay democracia ni cosa que se le parezca. Y que mientras los partidos enemigos de España, es decir, los separatistas vascos y catalanes, permitieron que ZP no acuda al Congreso a dar explicaciones por el paro y la crisis, los expertos en marketing de la calle Ferraz prepararon una obra de teatro en prime time para que el electorado socialista se vaya tranquilo a la cama, y el electorado pepero le diga de todo a Míster Bean. Y al día siguiente, España sigue siendo tan pobre, corrupta y miserable como viene siendo.
Miércoles, 28 de enero de 2009.