Editorial, 15 de agosto.
Europa nos tiene acostumbrados a profesionales de la política que cuando pierden las elecciones se van a grandes empresas a multiplicar por diez sus ingresos. E Hispanoamérica nos viene ofreciendo otro tipo de dirigente, de corte populista, que encarna el nuevo rico, presuntuoso y presumido, tan osado como inculto, incapaz de sentir vergüenza al bañarse en oro mientras su pueblo se muere de hambre. Cabe la posibilidad de que los ciudadanos piensen que no es posible otra cosa.
Pero, por suerte, sí lo es. Mañana toma posesión como nuevo presidente de Paraguay el ex obispo católico Fernando Lugo, que pone con su victoria electoral de abril una nota discordante en el entorno político de aquel país. Obispo hasta 1996 en la diócesis de San Pedro, donde abundan los campesinos sin tierras y la pobreza, Lago es de los que predican con el ejemplo, y ya ha comentado que la austeridad y la sencillez seguirán siendo su seña de identidad: “Seguiré vistiendo mis sandalias franciscanas de siempre”, ha dicho.
Sobra decir que a Fernando Lugo se le concederán los mismos cien días de confianza que al resto de los presidentes, europeos o americanos, y que será juzgado por sus aciertos y errores en el gobierno. Pero ya de entrada que un político recién elegido dé la espalda a los privilegios propios del cargo, y anuncie su intención de ir “con sus sandalias de siempre”, es una señal inequívoca de que ahí está la mano del Señor. Podrá equivocarse, pero será difícil que le quite el pan de la boca a los que pasan hambre para metérselo en la suya.
Y es que en estos tiempos donde el relativismo campa a sus anchas, y el feroz liberalismo engorda los “egos” y siembra de individualismo las sociedades “modernas”, vuelve a ser la religión católica la que nos da una lección a todos. Nos demuestra que con principios se puede llegar al poder; pero no para malgastarlo en egoísmo, no para medrar y corromper, sino para luchar de verdad por los más necesitados. Para, de la mano de Dios, buscar la justicia social y el bien común.
Gran noticia para todos los católicos la llegada de Fernando Lugo a la presidencia paraguaya. Ojala su ejemplo cunda en otros países hispanoamericanos que han preferido optar por dirigentes mucho menos respetuosos con la moral objetiva. Al presidente electo de Paraguay seguro que ningún monarca (y menos español) le tiene que pedir que se calle en una reunión de jefes de estado y de gobierno. Entre otras cosas, porque éste seguro que sí conoce la verdadera historia del continente americano.
Viernes, 15 de Agosto de 2008.