Detrás de cada uno de los 3.128.963 de parados que hay en España, existen una historia personal, una familia y a lo mejor, también, un futuro imposible. Es gente que posiblemente fue a votar en las últimas elecciones; entonces, era objeto de adulación y conquista por parte de los candidatos. Ahora, ningún político se ocupa de ellos. Se han visto reducidos, resumidos, condensados en una cifra. Los más optimistas quizá se conformen con la promesa de Zapatero de que en marzo empezará a escampar.
Es cierto: la mejor política social es una buena política de empleo. Los socialistas han perdido mucho tiempo y muchísimo dinero en inventar toda suerte de idioteces que ellos llaman “políticas sociales”; asuntos insignificantes pensados para minorías electoralmente rentables, pero que no aportan nada a la salud económica del país, no suman nada al Bien Común. El peligro de los gobiernos actuales es que realmente no están controlados por el Parlamento cuando tienen mayorías absolutas; y el PSOE está ejerciendo el rodillo de la demagogia con una pasmosa frialdad.
España no funciona. El paro es el peor y más dramático problema de una serie casi incontable de males que nacen en la indolencia y el pasotismo de los ciudadanos y tienen su lógico desarrollo en la incompetencia y la falta de escrúpulos de unos políticos profesionales que ni en sueños podrían ganarse la vida igual de bien en la iniciativa privada. Políticos más empeñados en emponzoñar el presente con asuntos del pasado que a nadie importan, que en ganarse el sueldo trabajando por todos los españoles.
Es raro el día en el que no hay algún episodio de violencia extrema, de crimen o de terrorismo; la ley ya no asusta a nadie, y los jueces hace mucho que perdieron el respeto de la gente normal. Las instituciones son caducas e ineficaces, lentas, inservibles. Para encontrar un buen gestor en la Administración Pública, hay que conocer a veinte que se hacen célebres por su incompetencia supina. La ubre del Estado está en el pellejo, y en las arcas públicas se ha acabado el dinero del subsidio del paro y de las pensiones.
Y no, toda la culpa no es de Zapatero, efectivamente. La culpa es compartida entre muchos millones de españoles que hemos pensado que la democracia es la solución a todos los males, y que con discursos ñoños y vacíos se arregla un país en crisis. Otros, como Alemania, ya están empezando a sacar la cabeza del hoyo, pero allí no está el debate sobre el nazismo o sobre Hitler todos los días en la prensa. Tenemos lo que nos merecemos, por mucho que suene dura la frase. Lo que entre todos hemos construido.
Viernes, 9 de enero de 2008.