Hace tiempo, cuando la política era algo serio y hermoso, quizá la actividad más noble que un humano podía hacer por su patria, los políticos salían ante los medios de comunicación para hacer unas declaraciones, y las hacían sin más, hablando en general un español culto y hasta refinado que revelaba, entre otras cosas, un cuarto y reválida bien aprovechados. Hoy, vemos por televisión a verdaderas medianías que se esfuerzan en hacer solemnes auténticas payasadas, chapurreando un español de todo a cien.
Pérez Rubalcaba, que pasa por ser (agárrense, pero es cierto) uno de los pocos miembros del actual Gobierno socialista que tiene toda la pinta de haber terminado la EGB, dijo ayer, con toda la estúpida solemnidad de la que es capaz alguien tan pagado de sí mismo que cree ser alguien por llevar media vida viajando en un coche oficial, que ha dado órdenes a las distintas unidades policiales en Madrid para que la lucha contra la delincuencia organizada pase a ser “la principal prioridad”. Y uno se pregunta: ¿es que, hasta ahora, no era la “principal prioridad”?, ¿cuál era entonces?
La capital de España ha pasado de ser un lugar más o menos agradable donde vivir, con problemas similares a los de otras grandes urbes europeas pero también con muchas características que la hacían especialmente grata para los turistas, a convertirse en el paraíso de las mafias y la delincuencia. Los sindicatos policiales ya le han recordado al titular de Interior que con palabras bonitas no se solucionan los problemas, sino poniendo medios materiales, dando confianza y garantías a los agentes que están en la calle, y haciendo leyes que favorezcan a las personas decentes y no a los criminales.
Pero si con el actual estado de cosas, después de un comienzo de año de una violencia salvaje, con acuchillamientos, reyertas, palizas y crímenes por todas partes, en una ciudad donde encontrar un coche de policía, a ciertas horas, es más difícil que dar con la madre de Marco, tiene que salir el señor ministro a recordar que “a partir de ahora” la delincuencia organizada será la “prioridad principal” de las fuerzas del orden público, es evidente que hemos alcanzado el punto de desquiciamiento colectivo. De chirigota.
¿Es posible conseguir una juventud que crezca sana en medio de un ambiente tan nocivo y delincuencial?, ¿puede recibir inversiones extranjeras un sitio donde la única ley que reina es la del hampa?, ¿puede crecer económica, cultural y socialmente una ciudad en la que los malos han conseguido imponer su dictadura de silencio, de terror y de injusticia sobre la ciudadanía? Reflexionemos. No es sólo el producto de una política de inmigración absolutamente impresentable; es también el resultado colectivo de un desprecio a la ley que causa pavor. Terminaremos siendo honorablemente bananeros.
Martes, 14 de enero de 2008.