Quizá dos de las cosas que más repugnan en una democracia sean el abuso del poder y el absentismo parlamentario. Lo primero porque, al no poder hacerlo uno como ciudadano, revienta que sí lo pueda hacer otro sólo por el hecho de haber llegado tan alto. Lo segundo porque si ya desde fuera la vida del político parece todo un chollo, con viajes gratis, noches de hotel, chófer en la puerta de casa y golosinas varias, encima no acudir al único puesto de trabajo que la mayoría de los diputados tiene (y muy bien pagado) parece el colmo de la tomadura de pelo colectiva.
Lo de menos es de qué partido sea. Si es del partido que gobierna, mal; porque demuestra no tener el menor interés en promover iniciativas legislativas que ayuden a mejorar la vida de los ciudadanos. Si es del partido en la oposición, casi peor, porque al desinterés por sus conciudadanos se suma el desinterés (al menos aparente) por llegar a alcanzar algún día el Gobierno del país. Ser parlamentario y no ir al Parlamento, o llegar tarde, o dormirse, o estar en los baños del Congreso cuando se está votando algo, es la demostración palmaria de que uno no está capacitado para ocuparse de la “res publica”.
Nótese, nuevamente, el abismo insondable que separa la vida del común de los españoles y la vida (regalada) que disfrutan los “padres de la patria”. Los primeros, peleando a duras penas por aguantar el tirón de la crisis que han fabricado los que están en el poder (político y económico), pagando hipotecas desorbitadas, temblando ante la posibilidad de perder el empleo, comprando cosas cada vez más caras con salarios cada vez más bajos. Los segundos, poniendo “extras” de lujo a sus coches oficiales (Touriño ya va por el cuarto) y quedándose dormidos en el Parlamento.
Ayer fue la ausencia del diputado 'popular' Ramón Aguirre la que impidió que el PP pudiera interrogar en el Congreso de los Diputados al vicepresidente económico, Pedro Solbes, acerca del impacto que tendrá en la economía española el incremento del paro registrado en los últimos meses. Pero insistimos, lo de menos es el partido al que pertenezca. Ha ocurrido en todos, entre socialistas (que tiene guasa, en un partido que defiende a los “trabajadores”), entre populares, entre separatistas vascos, catalanes y gallegos. Las “pellas” parlamentarias no tienen color político.
¿Por qué? Porque tienen el puesto asegurado y garantizado. Porque al chollo diario, durante años y años, se suman luego las pensiones vitalicias por haber estado calentando un escaño durante algunas horas semanales. Porque el sistema es extremadamente duro con los más humildes, a los que se persigue con leyes abusivas y cientos de impuestos, y demasiado generoso con quienes nunca hicieron méritos para merecerlo. Quizá por eso socialistas y populares coinciden al 100% en que no se cambie nada del actual sistema parlamentario.
Miércoles, 30 de Octubre de 2008.