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Diario YA


 

Editorial, viernes 18 de julio de 2008

El mensaje de la Verdad 

La Iglesia tiene más de 2000 años de experiencia en gestión de asuntos humanos, y el Sucesor de Pedro no abre ni cierra los ojos sin que intervenga en ello el Espíritu Santo. Por eso, quizá, a pesar de que corren malos tiempos, los católicos sabemos que no podrán con nosotros, que veintiún siglos de Historia han bastado para demostrar que nada ni nadie logrará nunca derrotar al Bien. Que nuestro Padre nos ilumina y sostiene en la adversidad, aunque el Maligno esté echando horas extra de lunes a domingo.
 
Decimos esto aún conmovidos por el discurso que pronunció ayer en Australia el Papa Benedicto XVI. ¿Qué haría el planeta Tierra sin una voz clara y firme, rotunda sin estridencias, que diga lo que ya casi nadie quiere decir?, ¿cómo identificar la Virtud, en medio del atroz relativismo, si no tenemos quien nos la muestre, quien la identifique? Las palabras del Pontífice son lluvia fresca para la savia nueva de los corazones jóvenes que han llegado a Sydney con el fin de comprobar que es verdad, que Cristo vino a salvarnos y esa es siempre la mejor noticia.
 
Benedicto XVI propuso a los jóvenes que se hagan preguntas, que reflexionen sobre el consumo exagerado al que empuja la economía liberal reinante, que piensen acerca de las nuevas formas de esclavitud humana, de la sexualidad vacía, de la cultura audiovisual a menudo inundada de perversión. Es hermoso ver a un anciano con esa sonrisa de niño mirando de frente a los que sostendrán el mundo con sus almas y su voluntad en las próximas décadas; acompañándoles en la siempre difícil tarea de saber cómo deben hacerse las cosas.
 
El discurso es para leerlo con detenimiento, porque en él están algunas de las grandes verdades del hombre de hoy, la explicación a sus miedos, la respuesta a casi todas sus dudas importantes. Es una radiografía magistral de nuestra sociedad opulenta que siente la vaciedad de su estómago, porque le falta lo esencial: la esperanza. Es un mensaje de optimismo dentro de la dificultad, de ilusión no exenta de realismo.
 
Los medios de comunicación católicos debemos ser fieles a nuestro compromiso con la Verdad revelada, coherentes con nuestra idea de reconstruir el armazón moral que algunos se han empeñado en derruir. Y las palabras del Papa no pueden ser sino brújula de nuestros actos y motor de nuestras convicciones.

 

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