Editorial: "Y nació Jesús"
En la práctica,
Y, en puridad, no debería ser así. Los cristianos tenemos el privilegio de pertenecer a una religión que, desde el momento del bautismo, pone el alma humana en gracia de Dios para que no haya problema, desgracia o fatalidad que pueda afligirnos lo suficiente. Desde ese momento, como cuando Jesús entró en el Jordán, pertenecemos a una comunidad que nos permite una verdadera hermandad, sin distinción de ninguna clase.
No es una ilusión ingenua soñar con un mundo en el que los hombres tuviésemos siempre el espíritu de concordia y fraternidad que propiciamos estos días. Sólo la autocomplacencia y el egoísmo, la ausencia de un análisis crítico de uno mismo, nos lleva durante el resto del año a perseguir el dinero y la ambición, a cosificar al prójimo usándole para nuestro beneficio exclusivo.
El nacimiento de Jesús es un acontecimiento tan inmenso, tan desbordante de vida, que incluso en los ambientes más agnósticos genera dudas y preguntas, cuando no un sincero deseo de reconducir la propia existencia. Es tan grande el amor de Dios que a casi nadie deja indiferente la celebración de la venida al mundo de su Hijo, el cual quiso siempre que el cumplimiento de la voluntad de su Padre fuera, más que una obligación, el fundamento de la paz y la esperanza entre los hombres.
Que todos pasemos una Santa Noche, que mañana sepamos que es un día de Felicidad para todos, porque en este mundo desesperanzado, para nosotros revive
Jueves, 25 de diciembre de 2008.