Ejercito español: 34 años ofreciendo la otra mejilla
La Lupa del YA. Sorprende, por contradictorio, que la actual ministra del ramo de la milicia, quiera eliminar del ceremonial castrense cualquier vestigio de catolicismo. Precisamente entre el colectivo que con mayor constancia ha sido forzado por los políticos a vivir en un permanente poner la otra mejilla ante cualquier ataque, en una literal interpretación del popular precepto bíblico.
El próximo otoño se cumplirán 34 años de nuestro ominoso abandono del pueblo saharaui ante el chantaje de Hassan II, dejando a nuestros entonces compatriotas en manos de la tiranía alauita. Fue el primero de tantos golpes que nuestros soldados han tenido que encajar desde entonces. Fieles a la disciplina, engulleron con amargura su gran indignación ante el humillante y entreguista papel que se vieron obligados a representar. No era más que el comienzo de una continuada carrera de claudicaciones altamente perniciosas para su dignidad profesional y para su sentido del patriotismo y del deber.
A aquel episodio le seguirían largos años de pasividad obligada ante la ofensiva etarra que tantos uniformes tiñó de sangre y tantos hogares vistió de luto. Rodeados de una sociedad que coreaba el tan manido "algo habrán hecho". Sometidos a unos jefes políticos que les conminaban a "no caer en la trampa". Jamás de los jamases responder a las agresiones siguiendo el instinto de defensa que en las respectivas academias militares se les había inculcado. Todo fuese por la libertad (¿de quién?) y la sacrosanta democracia.
Los años noventa vinieron cargados de más mandatos bíblicos para nuestras tropas. Su misión, su humanitaria misión, era dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, consolar a los afligidos. Así lo mostraban los anuncios. Así que ya lo sabes, joven. Si quieres ayudar a tu prójimo, hazte soldado.
Los esquemas se rompen cuando la realidad se impone. Y vienen las pesadillas. Llegan las emboscadas. Alguien arroja una granada. La metralla se ceba con los cuerpos. No nos han preparado para esto, no era esto, no era esto. Los políticos se niegan a reconocerlos como heridos en combate. Nuestros soldados son los únicos del mundo que no van a la guerra. Si acaso, van a luchar contra el terrorismo. Pero tampoco les reconocen como víctimas del terrorismo cuando vuelven maltrechos de las exóticas tierras a las que se les envía. Llega la inevitable pregunta acerca del sentido de tanto sufrimiento. Las almas se descomponen. Pese a lo celestial que destilan los anuncios de reclutamiento, se entra de lleno en el infierno sin paso previo por el purgatorio.
Ayer tarde un sargento del Ejército de Tierra español resultó herido en Afganistán como consecuencia de un ataque talibán, informó el Ministerio de Defensa a través de un comunicado. Fuerzas insurgentes atacaron a su compañía con "fuego de fusilería" y lanzagranadas, lo que provocó que los soldados tuvieran que sacar sus armas para defenderse y repeler el ataque. Sobran los comentarios. Desde Diario Ya, rezamos por su pronto restablecimiento.