El último bailarín de Mao
Víctor Alvarado
Desde un punto de vista político, "el último bailarín de Mao" (2010) es una crítica al régimen comunista del dictador chino, que persiguió a cristianos y liquidó a un millón de tibetanos para implantar un totalitarismo de carácter marxista en lo que hoy conocemos como la República Popular China. Aunque centrándonos, Bruce Beresford, autor de Paseando a Miss Daisy, intenta explicarnos el modo en que las autoridades chinas explotan a sus compatriotas, exprimiéndoles al máximo para utilizarlos como propaganda (por poner un ejemplo, en este biopic se cuenta la vida de un bailarín al que le hacían entrenar en su país 16 horas diarias, lo que supuso que este hombre perdiese su infancia. Este es un dato que confirma que las dictaduras extremistas utilizan a los niños prodigio, sin tener en cuenta su dignidad, porque para ellos el fin justifica los medios).
En este caso, la película gira entorno al intercambio de estudiantes de la Academia de Danza de Pekín con La Escuela de Ballet de Houston, que sirvió para que Lu Cuxin escapase de ese sistema de gobierno opresor, lo que le da a la historia un valor añadido, que la convierte en una cinta muy valiosa porque nos ayuda a conocer aspectos del maoísmo que todavía algunos se empeñan en negar, elementos como la capacidad de manipulación de sus dirigentes que castigan al que no sigue la marca pautada. No obstante, pensamos que en este punto se debería haber dado más caña. De todas formas, se apuntan los crímenes del comunismo chino en el momento de la muerte del dictador y la hipocresía de los gobernantes que le sucedieron con respecto a ese tema.
Por otro lado, fue necesario realizar un casting por triplicado muy complicado, puesto que el protagonista pasa por tres etapas (niño, adolescente y adulto) y era necesario que supieran tanto bailar muy bien como dominar el inglés y el mandarín. Como dato curioso, Li Cuxin significa: guarda tu corazón inocente, un valor a tener en cuenta en una sociedad muy resabiada como la actual.
Cambiando de tema, el cineasta ha sido capaz de contar una historia notable, cuya estética, que el ballet potencia, resulta espectacular. El ritmo es el adecuado, sin prisa, pero sin pausa. Además, el director ha sabido crear una buena atmósfera general, aderezándola con pequeñas dosis de humor.
Por último, el largometraje nos hace reflexionar sobre la necesidad de la libertad, sobre la importancia del esfuerzo para superarse y conseguir sus propósitos junto a las tremendas renuncias que ello puede suponer. Nos parece muy interesante el guiño a la familia, demostrando su universalidad. Por otra parte, destacamos el agradecimiento y el respeto del pupilo hacia su mentor, al que considera la pieza esencial de su éxito.
También, este personaje (el maestro aparece como una persona apolítica), que consideraba que el arte debía ir desligado de la política, es usado por el realizador para cuestionar la autoridad de los funcionarios de Pekín. La citada discrepancia le costó el destierro.
Finalmente, la cinta refleja la necesidad de diálogo en una pareja, ya que no sólo el amor resulta imprescindible para que la relación funcione, sino que nos parece muy importante tener un proyecto común de vida, sin el que un matrimonio puede tambalearse con facilidad.