EL ADVIENTO SEGÚN SAN JUAN DE LA CRUZ
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San Juan de la Cruz no sólo es el lírico místico celestial y divino, que diría Santa Teresa. Nadie como él ha poetizado todo el proceso místico en sus tres fases: purgativa, iluminativa y unitiva (Noche Oscura, Cántico Espiritual, Llama de amor viva) una lírica a lo divino, formalizada en metros endecasílabos y heptasílabos con influencias en Boscán y Garcilaso. Es también un poeta profundo, teólogo cristológico y trinitario, que se sirve de la estrofa más genuinamente castellana, como es el romance. En estos romances se une la profundidad teológica con inspiración narrativa del comentario al inicio del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. Toma como eje de su comentario la alegoría de la esposa, naturaleza humana, que se une al Verbo, quien la asume como propia, por mandato amoroso del Padre; el Hijo se encarna en el Virginal seno de María y nace en Belén: misterio central del Cristianismo, ENCARNACIÓN. Este romance que forma un todo desarrollado en la eternidad y en el tiempo, tiene tres partes: la primera es el diálogo de las tres Divinas Personas que en comunidad de sustancia divina y diversidad de personas, se expresan sobre la conveniencia de la Encarnación del Verbo; la segunda la creación de mundo, y especialmente de la naturaleza humana, esposa del Verbo, sometida a la caída y en espera de la redención; la tercera el nacimiento en el tiempo del Verbo.
Para San Juan de la Cruz la Encarnación del Verbo es esencialmente un acontecimiento Trinitario:
“Tres personas y un Amado/ entre todos tres había/ y un amor en todas ellas/ y un amante los hacía/ y el amante es el Amado/
La iniciativa de la Encarnación es del Padre, que san Juan de la Cruz poetiza sirviéndose de una alegoría fundamental que conforma todos los romances: el desposorio del Hijo con la Naturaleza humana, asumida por el Hijo. Esto misterio de la Encarnación lo narra en el romance como un diálogo entre el Padre y el Hijo:
Padre: -Una esposa que te ame / mi Hijo darte quería/ que por tu valor merezca/ tener nuestra compañía/
Hijo:- Mucho lo agradezco, Padre/ el Hijo respondía/ a la esposa que me dieres/ yo mi claridad daría/ para que por ella vea/ cuánto mi Padre valía/.
El Padre prepara un palacio para la esposa, la Creación, hecha con gran sabiduría. Pero el pecado por incitación de Satanás entre en el mundo y la esposa gime en el destierro esperando la salvación prometida. Es el tiempo de espera y esperanza: ADVIENTO. En un primer momento la expectativa se centra en el Antiguo Testamento:
“Con esta buena esperanza/ que de arriba les venía/ el tedio de sus trabajos/ más leve se les hacía/ Pero la esperanza larga/ y el deseo que crecía/ de gozarse con su Esposo/ contino les afligía/ por lo cual con oraciones/ con suspiros y agonía/ con lágrimas y gemidos/ le rogaban noche y día/ que ya se determinase/ a les dar su compañía//
Unos decían:-¡Oh si fuese/ en mi tiempo, el alegría/
Otros: ¡Acaba, Señor/ al que has de enviar, envía/
Otros: - ¡Oh si ya rompieses/ esos cielos y vería/ con mis ojos que bajases/ y mi llanto cesaría! ¡Rogad, nubes de lo alto/ que la tierra lo pedía/ y ábrase ya la tierra/ que espinas nos producía/ y produzca aquella flor/ con que ella florecería/
Otros decían:- ¡Oh dichoso/ el que en tal tiempo seria/ que merezca ver a Dios/ con los ojos que tenía/ y tratarle con sus manos/Y andar en su compañía/ y gozar de los misterios/que entonces ordenaría//
Fidel García Martínez