Pilar Muñoz. 11 de febrero.
El cerebro es una maquinaria gracias a la cual se producen todas las formas de aprendizaje. También el cerebro es el que determina, de modo natural, lo qué puede se aprendido y a qué velocidad. El conocimiento del funcionamiento cerebral tiene una importancia decisiva en el ámbito educativo. La programación genética no basta por sí sola para acondicionar al cerebro y potenciar su adecuada acomodación al entorno. Además, y fundamentalmente, están las variables ambientales tales como: cultura, educación y familia.
Una de las características fundamentales del cerebro humano es su plasticidad. Tradicionalmente existía la creencia del estancamiento para aprender en las edades adultas y la extraordinaria captación sensorial en edades neonatales y primera infancia. La segunda cuestión sigue siendo cierta, ahora bien, la primera ha sido refutada pro múltiples estudios aportados desde la Neurociencia. La neurogénesis neuronal (nacimiento de nuevas neuronas) es menor en edades adultas, aunque la densidad dendrítica es mayor (cantidad de redes interneuronales). Estos cableados informacionales varían significativamente con dos dimensiones: experiencia vital y enculturización.
Si hablamos de aprendizaje. Los profesores se parecen un poco a los jardineros. Igual que éstos, los profesores pueden sembrar semillas en la mente de un alumno, nutrirla, regarla continuadamente y vigilar y podar la salida de malas hierbas que puedan entorpecer el crecimiento de esa planta. La cuestión de la siembra es de vital importancia, puesto que dependerá del contenido germen elegido, así será el tipo de planta. Pero también es importante la función de vigilancia y poda, puesto que, los profesores gestionan los errores y modulan los sentimientos.
Los políticos que diseñan programas y los jueces que vigilan el cumplimiento de la ley, los medios informativos y divulgativos que informan y entretienen, disponen del control del jardín cerebral de niños, jóvenes y adultos. Desde hace décadas, los sistemas políticos que estamos padeciendo los españoles van dirigidos al monocultivo neuronal, las semillas que venden en sus viveros electorales se implantan en los circuitos neuronales más proclives al enraizamiento. Tampoco son ajenos a la poda y vigilancia de todo aquello que pueda impedir su plantación. Así erradican las “malas hierbas” subjetivas de la oposición a su asignatura fertilizante: EPC (educación para la ciudadanía).
El cerebro humano tiene unos períodos críticos o sensibles para el aprendizaje. Estos períodos suelen coincidir con fases evolutivas de mayor amplitud de conexiones dendríticas. Estos momentos claves, curiosamente, coinciden con los cursos escolares dónde se imparte obligatoriamente la asignatura germen. De este modo, se ajardinan cerebros con el mismo tipo de paisaje y de producción posterior: monocultivos de votantes, sentimientos y actuaciones semejantes ante estímulos que perdurarán en el tiempo, tanto tiempo como esten nuestros jardineros perversos. El ajardinamiento de los más débiles supone un vivero seguro de votos y de capas obedientes y sumisas.
Por último desde el enfoque cognitivo-comportamental analizaremos la secuencia de comportamiento que tenemos los humanos. Esta organización temporal es válida para todo ser, con independencia de su enculturización o ausencia de la misma. La triada de movimiento del individuo se dispone desde: EL PENSAR, EL SENTIR Y EL ACTUAR. No se explica la última, sin incidir primeramente en lo intelectivo, completado y reforzado por lo intuitivo o lo emocional. Si la jardinería va encaminada al diseño de lo cortical, los medios audiovisuales gestionan lo subcortical, mientras que las urnas esperan pacientemente la actividad motórica del alargamiento del brazo para votar.
¿Sabía el lector que el cerebro puede adquirir información incluso cuando la persona no está prestando atención al hecho, ni repara en él?. El corolario de todo lo expuesto anteriormente es un tanto maléfico: nos condicionan el ambiente, estimulándonos abrasivamente el área visual: entrada directa a áreas corticales, y terminan formándonos con asignaturas, programas y expertos la corteza frontal: responsable de la gestión, planificación y organización. Desde los más sensibles al paisaje determinista, hasta los más críticos y combativos con tales “jardineros”, ninguno estamos a salvo del crecimiento anómalo de malas hierbas tales como: el relativismo, la ambición desmedida, la desconfianza, la no sensación de pertenencia a ninguna patria o referencia histórica, la configuración novedosa del individuo y sus sistemas familiares.
Socialmente todo se explica, políticamente todo se disculpa, personalmente todo se complica.