El ciudadano no entiende lo que ocurre en España
“Me levanté por la mañana con dolor de cabeza. Las emociones de la víspera estaban lejanas. En su lugar vino una perplejidad penosa y una tristeza que antes no había conocido. Era como si algo muriese en mí” Iván Turgueniev.
Miguel Massanet Bosch. El desconcierto ha devenido en ser general, la incredulidad manifiesta y el común de la ciudadanía todavía no entiende como es posible que, después de dos votaciones, apenas separadas por unos pocos meses, los políticos, estos que se dedican a reprocharse los unos a los otros el no entender las necesidades de España y de su pueblo, persisten en no intentar comprender el mensaje del pueblo español, retransmitido a través del lenguaje de las urnas. España, señores, no necesita más enfrentamientos; ni más ideologías; ni mucho menos cambiar de régimen; ni desviarse del camino que ha emprendido en busca de recobrar el estatu quo del que gozaba antes del comienzo de la crisis; ni persistir en obstaculizar la formación de un nuevo gobierno que sea capaz de sacarnos de este maremagnum en el que, nosotros mismos, hemos sido capaces de meternos. El país precisa deshacerse de toda esta horda de inquisidores, que pretenden imponernos sus doctrinas, muchas de ellas importadas de otros lugares, que intentan arrastrar al pueblo español hacia posiciones que no auguran más que más dificultades, más que fracasos o situaciones de peligro que nos pudieran llevar a desandar lo andado, a echar a perder todo lo logrado y a ponernos, una vez más, a las puertas de un grave enfrentamiento entre españoles de los que deberíamos conservar amargas experiencias.
Los españoles han sido, en esta ocasión, claros en su mensaje a los dirigentes del país. Han deshecho el equívoco que la izquierda pretendieron vender cuando, después de las primeras elecciones del Diciembre del 2015, se esforzaron en sacar una conclusiones de la división de votos contrarias a la evidencia de que quien había ganado los comicios había sido el PP, cierto que con un número inferior de escaños muy notable al que obtuvieron a finales del 2011. La división o atomización del voto dio claramente a entender que, el disgusto del pueblo español con ciertas políticas (especialmente la falta de energía con el caso catalán) del partido gobernante, exigía un cambio de actitud, una mayor censura a cargo de la oposición y un cambio de rumbo que evitase que, una vez superadas las mayores dificultades de la crisis, algunas medidas excesivamente tajantes que, en un determinado momento, cuando estábamos a punto de tener que pedir a Europa ser rescatados, fueron imprescindibles; en la actualidad parece que pudieran relajarse; lo mismo que, tomada cuenta de los numerosos casos de corrupción sacados a la luz dentro de la militancia de los dos partidos principales, PP y PSOE, era preciso que se tomaran medidas drásticas, cayese quien cayese, para evitar que semejante costumbre delictiva siguiese produciéndose, para lo cual era preciso una actitud de intransigencia y represión que sirviese de escarmiento para que, en el futuro, este mal endémico de la Administración quedase definitivamente erradicado.
Las izquierdas pretendieron vender a los españoles que, el pueblo, lo que quería era cambiar de régimen político; que lo que se precisaba era acabar con los partidos tradicionales para establecer los trasnochados regímenes inspirados en el bolchevismo de la Unión Soviética y que, lo que pedían los votantes era ceder el poder a un conglomerado de distintas formaciones políticas, cada una de ellas con distintos programas, al que se ofrecieron a dirigir varios líderes de las respectivas minorías de izquierdas, proponiendo un “gobierno de progreso” con un programa que, de haberse puesto en práctica, hubiera sido bastante para que la Europa comunitaria nos diera el portazo, echándonos de la CE para que nos las compusiéramos como pudiéramos navegando en el terreno de lo desconocido.
Han sido necesaria una nueva consulta para que el mensaje de los votantes, hiciera reflexionar a los políticos y les indicase, de nuevo, que quien debía llevar la batuta en un nuevo gobierno era el PP, pero no como antes, con un poder absoluto, sino que, recogiendo ideas y propuestas de otras formaciones dulcificaran, en parte, la dureza de las medidas que fue preciso aplicar durante una parte de la legislatura pasada. El pueblo ha sido elocuente cuando ha dado más poder al PP, concediéndole un aumento significativo de escaños y ha castigado a aquellos partidos que se empeñaron en no entender el mensaje de los españoles, pretendiendo asumir un protagonismo que en manera alguna les correspondía. Tenemos la impresión de que Ciudadanos ha empezado a comprender la verdadera situación en la que nos hallamos aunque, en verdad, no atino a entender la forma excesivamente exigente y, para mí, humillante, con la que han querido imponerse al PP antes, tan siquiera, de empezar a negociar los términos de un acuerdo de investidura que, de momento, no tenemos la certeza de que llegue a buen puerto.
Pero, señores, el papel asumido por el señor Sánchez del PSOE y el ensañamiento con el que, todo su grupo parlamentario ( aunque se dice que hay opiniones en contra), ha insistido en votar en contra del señor Rajoy y su partido; sin tener el sentido común de, al menos, abstenerse para que se pudiera formar un gobierno que, por cierto, faltaría ver el tiempo que duraría, con una oposición mayoritaria que lo controlara en corto, impidiéndole una gobernación libre, efectiva, con independencia y sin el agobio que representa tener que negociar cada acuerdo o cada norma, previamente a su puesta en práctica, cuando, como es sabido, hay ocasiones en que la rapidez, la agilidad, la facilidad y diligencia en solucionar un conflicto, representa el 90% de las posibilidades de que se tenga éxito.
España, se encuentra en la situación de aquel caminante al que se le introduce una china en el zapato y no tiene tiempo para parase a sacársela, viéndose obligado a ir cojeando, más despacio, con peligro de lesionarse el pie y con todas las posibilidades de llegar con retraso a su punto de destino. Una china que afecta a la normalización de un país que se ve acosado por los problemas, que precisa de establecer el orden y que tiene problemas acuciantes que no admiten retraso y que, por añadidura, de no solucionarse pueden tener un coste inasumible para el país, como sería la posible multa ,6.100 millones de euros que deberíamos satisfacer por no tener presentados, ante la UE, el próximo 15 de Octubre los presupuestos generales del Estado, junto con los topes de gasto para todas nuestras autonomías, que están pendientes de este dato esencial para poder establecer sus propios presupuestos. Esta china incómoda y molesta, está representada en nuestra nación por el irreductible, tozudo, egoísta y antipatriota, señor Pedro Sánchez, que contra viento y marea insiste, hasta el extremo de la paranoia, en obstaculizar la formación de un gobierno del PP, desde todo punto de vista necesario; sin que sea capaz de ofrecer una solución alternativa, contradiciéndose a sí mismo cuando, por otra parte, admite que unas terceras elecciones significarían una humillación para el pueblo español.
Y ante semejante panorama los españoles nos preguntamos ¿ hasta dónde van a ser capaces de llegar, estos socialistas, en su afán de impedir que el partido ganador de las elecciones ( ellos perdieron 5 escaños) pudiera gobernar el país cuando, por otra parte, los hechos así lo demuestran, aún con un gobierno en funciones, con su capacidad muy limitada, España sigue funcionando y los datos económicos continúan siendo positivos, lo mismo que en lo que respeta a la disminución del desempleo que está en un momento en el que el empleo se va creando, cada vez, con mayor rapidez.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no acabamos de confiar en que, este primer paso positivo de la firma de un acuerdo para apoyar la investidura del señor Rajoy, entre PP y Ciudadanos, termine desbloqueando la situación de parálisis en la que nos encontramos. Nadie puede asegurar que Sánchez, a pesar de que lo negó cuando se le preguntó, no acabe negociando un pacto con Podemos, al que se le pudieran añadir los separatistas catalanes y vascos, para desbancar al partido vencedor de la pasadas elecciones de la gobernación de España. Torres más altas cayeron.