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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

¡No satanicemos al Capitalismo sin compararlo con el comunismo!

"El comunismo tiene gran audiencia allá donde no gobierna" Henry Kissinger

Miguel Massanet Bosch. Por primera vez hemos sentido un asomo de preocupación, algo que nos ha hecho reflexionar sobre la eterna discusión sobre si la economía debe ser controlada por el Estado, convertido en Gran hermano, o si, por el contrario, su función debe limitarse a mero observador dando entera libertad a los empresarios para que se rijan por las leyes de la oferta y la demanda; ocupándose de que las leyes se cumplan, que los servicios públicos funcionen y que los ciudadanos  tengan garantizada la sanidad y las pensiones para cuando se retiren. No acabamos de entender que, el Capitalismo, expresión con la que se entiende el sistema favorecedor de la iniciativa privada para que, los emprendedores, puedan llevar adelante sus ideas, crear empresas, construir industrias y vender sus productos en un sistema de libre competencia que, aparte de crear empleos, riqueza para el país, y prosperidad para la ciudadanía; tiene la facultad de limitar los precios de los artículos regulados por medio de la libre competencia.

Naturalmente que, como cualquier otra empresa humana, adolece de defectos, se presta a la creación de cárteles o monopolios que intenten evitar los efectos de la competencia pero, precisamente, para evitar que esto suceda, existen los gobiernos, la justicia y los legisladores encargados de evitar cualquier abuso que viole la legislación del país. Con todo, la Historia lo ha venido demostrando: sin libre iniciativa, sin gente que asuma riesgos y sin personas que aporten ideas nuevas, apliquen nuevas técnicas y apoyen la investigación y el desarrollo; una sociedad está condenada al ostracismo. Las naciones que aplican el liberalismo, que favorecen la iniciativa privada, que fomentan la mejor utilización de sus recursos y que le dejan al Gobierno la tarea de las infraestructuras, de la sanidad pública, del mantenimiento de la seguridad y el orden y de que se cumplan las leyes en beneficio de la ciudadanía; son las que mejores resultados obtienen, se crea más trabajo y se reduce el desempleo y la pobreza; porque, al fin y al cabo, es en las que se lleva a cabo la mejor distribución de la riqueza; cosa que no sucede si se suprime la incentivación, la posibilidad de mejorar, el fomento de la excelencia conseguida mediante el esfuerzo y el estudio algo que, en definitiva, contribuye a la selección natural entre los que triunfan y aquellos que se quedan rezagados anclados en sus orígenes.

Evidentemente que no se trata de crear una sociedad de élites. El Estado deberá en todo caso evitar las injusticias, garantizar a todo ciudadano unos mínimos salariales dignos y velar para que no haya nadie que no tenga cobertura sanitaria en caso de necesitarla. Para esto se inventaron los impuestos, directos e indirectos, las tasas y cánones que, no lo olvidemos, debieran destinarse a los fines para los que fueron concebidos y no, como ocurre tanto en gobiernos de tipo capitalista como en los socialistas y comunistas, debido a que, en esto de apropiarse de los caudales públicos, como hemos tenido ocasión de constatar, tanto hurtan, defraudan o dilapidan los de derechas como los de izquierdas ( hasta los Sindicatos, organizaciones creadas para velar por los intereses de los trabajadores, han sido capaces de aprovecharse de la confianza de sus militantes para robarles el dinero de las subvenciones que les pertenecían); lo que nos indica que no es por ahí por donde se puede juzgar la utilidad y la conveniencia  de uno u otro sistema de gobierno.

Resulta muy peligroso el calificar al Capitalismo como el supremo mal y a los sistemas de izquierdas: socialistas, comunistas, ácratas y antisistemas como los más adecuados para invertir el orden mundial y sumergirnos en nuevos “paraísos” utópicos, donde la igualdad entre todos las personas, la supresión de las diferencias económicas y un Estado omnipotente encargado de la distribución de la riqueza, de la producción, de la economía, de los servicios sociales etc. serían la Jauja para todos. Aquí tenemos ejemplos palpables de lo que está ocurriendo en aquellos países donde se ha escogido, a la fuerza en la mayoría de ocasiones o por votaciones conseguidas a base de intoxicar al pueblo llano con promesas que nunca se llegan a cumplir; en los cuales, sus gobernantes, acaban convirtiéndose en verdadero dictadores absolutistas, que aúnan en sí mismos todos los poderes del Estado, como han sido los casos del señor Maduro en Venezuela; los Castro en Cuba; Evo Morales en Bolivia o la misma Cristina Kirchner de Argentina, con su peronismo trasnochado y sus arranques totalitarios que no ha conseguido erradicar la pobreza de los argentinos, arrastrados a través de los distintos gobiernos a una situación que, si pronto no se remedia, los volverá a llevar a la quiebra nacional.

Este peronismo, que ha enriquecido a Cristina y a su hijo, pero que sigue dependiendo de las subvenciones para evitar la indigencia y pobreza en una nación rica en materias primas, en ganado y en petróleo, sin que esta riqueza se explote adecuadamente, se traduzca en puestos de trabajo y vayan a parar a los necesitados que, según recientes encuestas en las que, en este año 2013, reconoce que, entre niños y niñas de menos de 17 años existe un 15’9% de indigentes que no reciben ayuda alguna. Si nos referimos a los casos de pobreza de estos mismo niños, el tanto por ciento de los que no reciben asistencia alguna se eleva al 42’2%. ¿Es Argentina un país capitalista? ¡Rotundamente no! Es un país justicialista gobernado por el peronismo, una clase de las muchas que existen de socialismo, que no ha sido capaz, en los años que lleva gobernando la Argentina, de sacar a su nación de esta pobreza endémica.

La Unión de Repúblicas Soviéticas ha sido el ejemplo de lo que es una nación estatalizada y sometida a un régimen totalitario. Aún dejando aparte el coste en vidas humanas de aquella revolución; lo que fue el experimento de un estado gestor de la riqueza del país ha sido, desde todos los puntos de vista, un fracaso de dimensiones colosales. El igualar puede estar bien siempre que no sea igualar en la pobreza y la miseria, arruinar la ambición de las personas y condenarlas a una rutina que, como ocurrió con el desplome del imperio soviético; fue la causante de la falta de productividad y de interés en el trabajo de los obreros, faltos de alicientes para esforzarse en su tarea.

En los tiempos que corremos, en los que evidentes fallos, debidos a abusos y malas artes de aquellos que se han excedido en su ambición, valiéndose de operaciones especulativas, han llevado a gran parte de las naciones occidentales a una crisis de inigualables dimensiones; resulta fácil a los detractores de la economía de mercado, la libre competencia y el liberalismo, intentar desprestigiar el sistema, acusar de ser un medio de opresión de los trabajadores y achacar al Capitalismo todos los males que estamos padeciendo que, evidentemente, son el fruto del egoísmo de algunos, de la usura de otros y de la ineptitud de los gobiernos para evitar que, unos pocos, puedan causar males irreparables a otros muchos.

Puede que el Capitalismo tenga sus defectos y carencias pero, señores, apostar por el socialismo o el comunismo es de una falta de visión absoluta. Un mundo regido por Marx sería un mundo acabado, sumergido en la pobreza en el que unos pocos, los de siempre, ejercerían su poder omnímodo sobre el resto de la humanidad. O esta es, señores, mi forma de ver el problema.