El culto es política
Manuel María Bru. 14 de diciembre.
Cuando
1) Porque el culto es la manifestación pública más radical contra el despotismo. Nada puede resultar más peligroso para quienes tienen un proyecto estatalista de control del pensamiento y del comportamiento de una sociedad que ver a sus súbditos reconociendo a un Dios que no es el del poder, rindiéndole culto a Él, y sólo a Él, confiando en su providencia, y sólo en la suya. Por eso no gusta que el culto sea público. Por eso no gusta nada que el domingo 28 de diciembre en Madrid se celebre
2) Porque los sacramentos constituyen el mayor escándalo para una cultura basada en la autosuficiencia individual y la prepotencia estatal. Alguien que se reconoce amado incondicionalmente por Dios en su bautismo, perdonado por su misericordia en el sacramento de la reconciliación, que se pone en manos de Dios al unir su vida a otra persona para siempre, o recibe el consuelo en el dolor por la unción de los enfermos, reconoce en Otro más grande que él mismo y que nada en este mundo la fuente de su fortaleza y de su libertad, sabiéndose digno no por ser útil al sistema, e indigno cuando aún no lo es o cuando ha dejado de serlo, sino porque Alguien, que no es el poder ni su sistema, le ha regalado la vida para siempre.
3) Porque la celebración comunitaria del culto y los sacramentos es el gesto de pertenencia más decisivo de un pueblo libre, de ciudadanos libres y soberanos de la ciudad terrena, pero al tiempo ciudadanos de una tierra y unos cielos nuevos, con la que los poderosos no pueden, aunque quisieran, ni conquistar y ni siquiera entablar batalla. Por eso todos los totalitarismos han querido iglesias nacionalistas, sometidas al sistema, como