El escándalo del fútbol
Hay dos equipos en España que se han apoderado de la opinión pública a fuerza de dominar la prensa, la radio y la televisión. Son dos auténticos grupos de presión que, en esto, limitan objetivamente la libertad de expresión gravemente. Es tremendamente sospechosa la atención abusiva que se les presta a los dos -Barcelona y Real Madrid- empezando por la prensa deportiva. Pero son todos los medios de comunicación de alcance nacional los que están prendidos o prendados de estos dos tinglados o negocios deportivos, con el consiguiente desprecio a los seguidores de los demás equipos y del verdadero deporte. Esto es especialmente grave cuando se trata de medios de comunicación públicos, cuya única razón de ser es el equilibrio y la objetividad, sin dejarse arrastrar por intereses particulares. En torno a estos dos clubes se ha creado una burbuja, mucho más escandalosa y sospechosa que la de la construcción, y al final estallará también si no se pone pronto remedio.
Para muchos ciudadanos con un mínimo de sentido ético y de sentido común es, por ejemplo, un despilfarro intolerable la pila de millones de euros que ha pagado este verano el Real Madrid por Kaká (un tal Kaká) y por Cristiano Ronaldo (otro tal Ronaldo), en un momento de crisis económica gravísima. Espero que esté atenta la Fiscalía Anticorrupción y la Hacienda Pública. Es un escándalo, que no tiene para muchos justificación alguna. Que los bancos presten cientos de millones de euros a estos grandes equipos, que están envueltos en deudas astronómicas, cuando se muestran tan cicateros en la concesión de préstamos a las pequeñas y medianas empresas, y a las familias que están con la soga al cuello, después de haber recibido cuantiosas ayudas, del Estado, tampoco tiene justificación posible. No se entiende bien que esto ocurra con un Gobierno socialista, y cuando los grandes equipos europeos se dedican, en estos tiempos de crisis, a vender jugadores y a apretarse el cinturón. Aquí vamos de nuevos ricos, y estamos en la ruina. Compaginan mal los cerca de cien millones por un jugador -narciso y habilidoso- con los cuatro millones largos de parados, entre ellos muchos profesionales competentes: gentes de letras, científicos, artistas, empresarios, etcétera. Esto es monstruosamente desproporcionado. No es demagogia. Es una apelación a la ética más elemental, al sentido común y al buen ejemplo. Estas cosas corrompen el deporte, con muchos silencios cómplices, y corrompen el lenguaje universal del fútbol.