Rafael González. Lo que los católicos estamos aguantando en este país pasa ya de castaño oscuro. Hemos sufrido una semana de ataques durísimos de esa gente del Gobierno a
Los fieles seguidores de doña Bibiana Aído, y en especial el otrora Pepiño y ahora don José Blanco les han acusado de hipocresía. Blanco es de los que se autoproclaman católicos, pero no, por lo que dice, en comunión con sus obispos. Es como doña María Antonia Iglesias, que por la mañana en su parroquia repartía
En cuanto a la vicepresidenta Salgado, quien lo diría, con lo modosita que parecía, ha llegado a afirmar “que los obispos, como siempre, no saben cuál es su lugar”. Y ella sí sabe perfectamente cual es el suyo, y por eso rinde culto, no, claro está a
Así que cuando otro de los que mejor discurren, eso creíamos, Alonso, que le suponíamos un hombre sensato, dice que lo único que cuenta es lo que se decide en el Congreso, y la única moral es la que se desprende de
Y a estos se unen los Bono y cuantos acusan a los obispos de cinismo y doble moral. Ellos sí que viven una doble moral y una religiosidad espuria; eso contando con que sea verdad lo que blasonan, y consiguen resolver el tremendo lío que debe ser ajustar lo que sienten de verdad en su corazón y lo que les dicta su conciencia.
Pero aquellos creyentes que recordamos las palabras de Cristo a sus apóstoles, “El que a vosotros escucha a mi me escucha” (Lc. 10, 16), no nos hacemos ningún lío y recibimos las enseñanzas y directrices que los pastores de Jesucristo nos dan de diferentes formas. Pero no como borregos, oiga, sino porque sabemos, creemos y aceptamos, que “el Magisterio de
Y el aborto es, sin duda, una de esas grandes cuestiones en las que el Magisterio de
Así que vamos a ver quien puede más. Democráticamente, claro, no mediante el trágala. No me vengan con sofismas democráticos, o con una idea de la democracia tiránicamente restrictiva: lo ancho para mí y lo estrecho para ti. De eso nada. Los diputados, si verdaderamente se siente representantes de la soberanía nacional, deben saber que esa soberanía es la que va construyendo, mejorando y ampliando cada día el sistema democrático, con las aportaciones de todos los ciudadanos, sus representados, de la sociedad civil y de las instituciones naturales, entre las que ocupa lugar preferente