El hombre de al lado
Victor Alvarado
El hombre de al lado (2010) se sirve de los conflictos vecinales para hacernos reír en una sofisticada y extraña comedia en la que las situaciones provocan la carcajada, aunque los cineastas, que la han creado, afirman que no han pretendido inventarse una serie de gags, sino que nos riamos porque todas esa vivencias y desencuentros nos resulten familiares.
El largometraje nos cuenta los avatares de un prestigioso y engreído diseñador, que se topa con un vecino, empeñado en poner una ventana en un lugar que altera la intimidad de la familia de Leonardo con la finalidad de “atrapar unos rayitos de sol”.
La dirección corresponde a Gastón Duprat y Mariano Cohn (conocidos por revolucionar la televisión argentina), que han conectado con el público en una película, cargada de humor inteligente. La cinta ha obtenido un premio en el Festival de Sundance y seis premios de la Academia Argentina por resaltar los más significativos. Ha sido una de las producciones más taquilleras de nuestro país hermano, sin contar con el apoyo de ninguna televisión y con intérpretes poco conocidos.
Se trata de unos actores que son muy buenos profesionales. En especial, nos ha encantado el personaje interpretado por Rafael Sprebelburd (un dramaturgo importante de teatro argentino independiente), pues ha sido capaz de conseguir que nos pongamos en el lugar de cualquier persona que haya sufrido los inconvenientes de un vecino “conflictivo”. De todas formas, Daniel Araoz tampoco lo hace nada mal y muestra un lado cómico realmente atractivo. Estos dos actores representan a personajes antagónicos provenientes de clases sociales completamente distintas que deben ponerse de acuerdo mediante el diálogo en ese desagradable conflicto y que puede servir para dar una cura de humildad a Leonardo. ¿Llegarán a algún acuerdo? ¿Se convertirán en amigos inseparables?
El guión es muy interesante y corresponde a Andrés Duprat, hermano del director, lo que confirma nuestra teoría de que el enchufismo en el cine funciona. Podríamos decir que este escritor fabrica el humor de lo cotidiano, sin caer en el mal gusto, por ejemplo: se burla del pijerío; de la chabacanería; del supuesto arte moderno; de los hijos que se aíslan con la música en su habitación sin motivo aparente o de los inconvenientes que generan las chapucillas caseras. Nos deja un final abierto que puede dejar un mal sabor de boca, aunque los títulos de crédito nos deparan una agradable sorpresa.
Como dato curioso, el edifico sobre el que gira toda esta historia se llama La casa Curutcha y fue la única construcción diseñada por Le Corbusier en toda Sudamérica.