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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Hace un año los partidarios de la independencia en Cataluña no alcanzaban el 30% del censo y, en la actualidad, llegan casi al 60%

El inevitable enfrentamiento entre españolistas y nacionalistas

Miguel Massanet. ¿Por qué, señores, siempre tenemos que ser nosotros, los españoles los que nos creemos problemas que, por desgracia, luego no sabemos como solucionar? Cuando la Guerra Civil los últimos gobiernos de la II República con su maniqueísmo, su izquierdismo anticlerical y su odio hacia una monarquía, que tampoco supo como tratar a los españoles, dieron pie a que una parte de la vieja España se revolviera contra los crímenes, los abusos, la inseguridad ciudadana y la miseria generalizada, fruto de la falta de un gobierno que se preocupara más por la situación y el bienestar de los españoles que por contentar a sus camarillas políticas y sus delirios de reforma social que nunca se lograron y sí el que se fueran cociendo los odios y las ansias de revancha que, más tarde, fueron el rescoldo que encendió el bosque de maldades que dio lugar al levantamiento del 18 de julio de 1.936.

España estuvo viviendo durante más de 70 años una época de paz. Sí, ya sé que, para algunos, aquellos que salieron mal parados de la contienda o los que seguían creyendo que la República era el sistema político que debíamos tener y, con este objetivo, estuvieron intrigando y urdiendo complots, especialmente fuera de nuestras fronteras para perjudicar al régimen dictatorial del general Franco, sin tener en cuenta que, con ello, a quien castigaron en mayor manera fue a los españoles de a pie que fueron condenados a una larga posguerra que se extendió hasta los años 50. Es obvio que, para los que tuvieron que abandonar la patria, huyendo por la frontera de Francia, internados en campos de concentración y con el añadido de sufrir una nueva guerra, la segunda Guerra Mundial en la que muchos participaron y murieron; los maquis y los que creyeron que podrían derribar el régimen franquista, fueron unos malos años que les ayudaron a continuar manteniendo el rencor contra los vencedores. En todo caso, hubo paz, hubo trabajo y hubo recuperación económica, especialmente desde que el grupo de los llamados “tecnócratas” con Ullastres, López Godó y López Bravo iniciaron una apertura de cara al extranjero y una reestructuración a fondo de nuestra economía.
 
Cuando ya nos creíamos que unos y otros habíamos enterrado el hacha de guerra y que habíamos sido capaces de reconciliarnos, dejando los enfrentamientos del pasado reducidos a meras anécdotas de la Historia, para sorpresa de todos, hete aquí que llega un gobierno socialista, con un nuevo líder bisoño, aparentemente inofensivo y con ganas de “colaborar” con la oposición que, en sólo siete años de ocupar el poder, no sólo supo cambiar de arriba abajo lo que había sido el PSOE del señor Felipe González, sino que tuvo la “habilidad” de volver a resucitar las antiguas rencillas entre españoles; con el añadido de que, por mero narcisismo político, por cerrazón intelectual y por un erróneo cálculo de supuestos beneficios electorales, acabó por conducir a la nación española a una situación insostenible no solamente en el aspecto económico y financiero interior sino en cuanto a nuestra posición respecto al resto de naciones del resto de Europa. El señor Rodríguez Zapatero fue capaz de sacar de sus ataúdes a multitud de fallecidos en la Guerra Civil para, por medio de la Ley de Memoria Histórica, pretender reescribir la historia de aquella contienda en la que aquellos que dieron lugar a que se produjera, que iniciaron la cadena de asesinatos, robos y torturas de aquellos que consideraban sus enemigos a batir, fueran considerados como los “buenos” otorgándoles el rol de los malos a los que evitaron que toda España cayera en manos del comunismo internacional capitaneado por la URRS. Así sucedió que se reavivaron los rencores derivados de la propia contienda y de las revanchas de los vencedores, algo que se produce en toda clase de guerras (obsérvense los juicios a los dirigentes nazis alemanes, en Nuremberg), cuando, el vencedor, pide responsabilidades y aplica castigos a aquellos que se los considera como autores o inductores de actos criminales cometidos fuera del campo de batalla. En estos casos, aunque sean actos imperdonables, es imposible evitar que se cometan actos y abusos que pueden afectar a personas inocentes. Lo mismo o en mayor grado se hubiera producido con los de derechas si los verdugos “chequistas” hubieran ganado la guerra. 
 
Lo que sucede es que “quien siembra vientos cosecha tempestades” y si, en el aspecto económico y financiero, el negarse a reconocer el hecho de la crisis nos llevó a situarnos a la cola de todos los países de Europa, en cuanto a la degradación de nuestra economía y a las consecuencias de un paro imparable; en el aspecto de cohesión interna es evidente que, el resucitar recuerdos de la cruenta guerra del año 1.936, ha tenido un efecto devastador en cuanto a que, no sólo ha enfrentado a las “víctimas” de la guerra civil con los “herederos” de los vencedores, sino que se ha promovido una especie de revancha, capitaneada por el juez Garzón, que llegó a pretender juzgar hechos que tuvieron lugar hace mas de setenta años. Una de las consecuencias de tal política fue darles alas a los nacionalismos, especialmente al vasco y catalán, en este caso con una virulencia inusitada, una demagogia maligna y una nueva “versión” de la Historia de aquellos tiempos de terror anarquista, asesinatos y anticlericalismo criminal que, si Dios no lo remedia, va a dividir a los ciudadanos de Catalunya en dos bando enfrentados, algo que, evidentemente, puede llegar a crear situaciones desconocidas en este país, desde aquellos tiempos del señor Masiá y Companys, cuyas aventuras separatistas todos sabemos el fin que tuvieron.
 
No sabemos si lo peor de esta situación es la imprudencia, el fanatismo y la falta de contención del líder nacionalista catalán, señor Mas; su carencia de sentido común, su erróneo cálculo de los tiempos y su desvergüenza al declararse, abiertamente y sin tapujos, el caudillo de una revolución separatista; llamando a sus seguidores catalanes a un claro enfrentamiento con el Estado español; con todo lo que tiene de inoportuno y de desafío a España y su ordenamiento jurídico o si, como algunos pensamos, la raíz de este desmadre nacionalista, no venga de la forma con la que el Gobierno parece que se enfrenta al órdago catalanista; una actitud excesivamente blanda, contemporizadora, suave y conciliadora, que en nada se corresponde con la amenaza belicosa que se mastica en los ciudadanos catalanes, cada vez más convencidos de poder salir airosos de este enfrentamiento con el resto de España. Ortega y Gasset, en su Rebelión de las Masas, escribía sobre esta clase de acobardamiento o negligencia: “El encanallamiento no es otra cosa que la aceptación como estado habitual y constituido de una irregularidad de algo que mientras se acepta sigue pareciendo indebido”.
 
El hecho cierto, señores, es que cada día que pasa, cada bravata de los señores de CIU y cada proclama llamando al pueblo catalán a despreciar la Constitución, desobedecer las leyes españolas y a desmarcarse del resto de la España constitucional; en lugar de debilitar al gobierno catalán le produce nuevos adeptos y partidarios convencidos que, al fin, Madrid va a acabar por claudicar ante las exigencias de Catalunya. Puede que Rajoy piense seguir sin tomarse en serio el caso catalán; puede que, el Gobierno, piense que la sangre no llegará al río y que todo acabará por apaciguarse; pero el hecho es que, hace un año los partidarios de la independencia en Catalunya no alcanzaban el 30% del censo y, en la actualidad, pueden alcanzar cerca de un 60%.El enfrentamiento ente españolistas y nacionalistas parece inevitable mientras el gobierno de Madrid se dedica a cocinar aire. O esta es, señores, mi manera de pensar.