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Diario YA


 

Bélgica y su identidad marcada por el sacrificio de españoles y belgas en defensa de la libertad católica

El león flamenco ruge de nuevo

José  Luis Orella. Las elecciones generales en Bélgica han trastocado el panorama político del pequeño país. Pero Bélgica no es un país cualquiera, su identidad viene marcada por el sacrificio realizado por españoles y belgas en defensa de la libertad de vivir como católicos frente a los calvinistas holandeses del norte. Alejandro Farnesio, gobernador de aquellas provincias, mantuvo su personalidad católica a costa de heroicas gestas. Después vivió diferentes suertes, perteneciendo a la Francia revolucionaria y a la Holanda restauracionista. Pero en 1830 Bélgica nació como país independiente, gracias al consenso entre liberales y católicos, juntos pero no revueltos. Desde entonces el pequeño estado fue un ejemplo de cómo los católicos podían tener su protagonismo, gracias a la libertad de asociación, educación y de prensa. El catolicismo social tiene una de sus cunas en la Universidad de Lovaina, en el magisterio del cardenal Mercier, prelado de Malinas. En cambio ahora, Lovaina es flamenca, y los francófonos estudian en Lovaina la nueva.

Sin embargo, la secularización y el relativismo moral que han invadido nuestra sociedad europea, también ha irrumpido en Bélgica. Las medidas que la cultura de la muerte consigue aprobar en el banco de experimentos que es Holanda, rápidamente consiguen ser aprobadas en Bélgica. La secularización de la sociedad belga ha conseguido provocar, que el omnipresente partido católico belga, trasvestido en democristiano, después de la Segunda Guerra Mundial, haya olvidado la herencia católica que lo unía. Los dos partidos votaron recientemente contra el Papa por unas declaraciones de tipo moral. Por el contrario, el elemento flamenco que por su práctica religiosa siempre había votado a la DC belga, y luego a la flamenca, se va desangrando a favor del nacionalismo flamenco. La nueva alianza flamenca (N-VA) de Bart de Wever se ha convertido en el gran triunfador de Flandes con el 17,4 % y 27 escaños. Su crecimiento ha sido a costa del voto democristiano flamenco, muy nacionalizado, que ha optado por una opción conservadora que le da lo que busca. La CD&V se ha reducido a un 10,8 % y 17 escaños. El otro núcleo de votos procede del Vlaams Belang (interés flamenco) que tuvo un 28 % de los votos, y siempre ha subido desde su nacimiento en 1978. Pero ahora se ha visto reducido a su núcleo duro de un 7,8 % y 12 escaños. Pero cuya confluencia convierte al nacionalismo flamenco de signo secesionista en hegemónico en Flandes. Menos importancia tienen los socialistas flamencos, reducidos a un 9,2 % y 13 escaños, y los liberales flamencos con un 8,6 % y 13 escaños.

En cuanto a Valonia, la parte francófona se ve arrastrada en defender la federalidad belga, o incluso en integrarse en Francia. Los socialistas francófonos han conseguido con un 13,7 % y 26 escaños convertirse en la fuerza hegemónica de la industrial y decadente Valonia. Su líder Di Rupo, espera ser el próximo primer ministro, hijo de emigrantes italianos, criado en un orfanato, y de clara opción homosexual, se presta a ser uno de los políticos europeos de moda, con su popular pajarita roja. Por su parte, el movimiento reformista (liberales) con un 9,3 % y 18 escaños, mantienen un nivel gracias a su discurso antiflamenco. Entretanto, los democristianos francófonos retroceden a un 5,5 % y 9 escaños. Como fuerzas menores quedan, los antes todopoderosos verdes, también divididos en flamencos con un 4,4 % y 5 escaños, y francófonos con un 4,8 % y 8 escaños. La lista Dedecker formada por empresarios flamencos de signo conservador y liberal, se ha visto reducida a un 2,3 % y un diputado. Mientras aparecía un novedoso PP belga que a imagen del español, pretende dar imagen de un partido de centroderecha, cosechando un 1,3 % y otro diputado. Entretanto, el Frente Nacional de Bélgica ha conseguido un escuálido 0,5 %, perdiendo su representación.

La atracción  de los belgas hacia nuevas siglas responde a las nuevas preferencias políticas. El espectro social en el que se apoya es muy amplio y su electorado procede, casi, en similar porcentaje, de la derecha y de la izquierda. La clase media, obrera y la juventud en paro son los grupos que aportan el sostén social de estas nuevas formaciones políticas. No obstante, su aparición suele ser síntoma de la ausencia de comunicación de los partidos tradicionales con los votantes. La ausencia de claridad en los temas de seguridad, protección social, educación, política familiar, inmigración, plantean que los ciudadanos busquen su representación en nuevas formaciones que surgen de un mundo asociativo externo a la política. Además, estas formaciones populistas tienen la particularidad de poder reivindicar una democracia participativa mediante plebiscitos, para los problemas vitales de la sociedad. Europa se transforma y Bélgica ha sido la primera muestra.