Pilar Muñoz. 28 de enero.
La investidura como presidente de los Estados Unidos de América del Sr. Obama ha inundado todas las informaciones periodísticas del planeta. El mundo se eclipsó ante la presencia y el discurso de un hombre, con presentación y proyección de todo un dios para la humanidad.
Las características personales y oratorias del flamante presidente son de sobra alabadas. Una de las novedades destacadas por la prensa ha sido su color de piel, sufriendo todo tipo de perífrasis o circunloquios: afroamericano, no blanco, de color…. El primer recibimiento del gran grupo “obediente” es el cuidado minucioso de un lenguaje forzado y poco natural. Lo evidente no tiene que herir, no es necesariamente malo, ni merece ser enmascarado. Sólo es una característica superficial y anecdótica del líder.
El impacto mediático y la intensidad de las informaciones nos han desvelado a un líder planetario, un profeta anhelado por masas en búsqueda de lo auténtico y anhelantes de soluciones grupales e individuales. El mundo se detuvo y homenajeó con esperanzas la entrada en la Casa Blanca. El desfile de la familia Obama por la Avenida recordaba la entrada de cualquier líder o espectáculo de masas: llegada del César, llegada del circo, llegada de un dios. El pueblo “masa” se diluye en un mismo actuar en pos de un espectáculo, se deja invadir por múltiples sensaciones: llanto, alegría, asombro, cólera, etc. El mundo parecía estar necesitando, esperando y demandando un líder. “Todos” con el líder: generando esperanzas, profiriendo elogios y alabanzas huecas, apriorísticas, enfocando la lupa de lo superfluo.
El fenómeno Obama responde al tema del liderazgo desde la psicología social. Desde este corpus teórico analizaremos lo ocurrido y lo esperado con este icono social. Definimos al líder como un sujeto que se convierte en el foco o centro del grupo. Lo que se destaca del líder respecto del grupo es la atención y el requerimiento e influencia para la ideología del resto. El líder también es capaz de inculcar sus deseos e inducir obediencia. El gran grupo lo acepta como gurú de su futuro y garante de la línea de acción posterior. La esterilidad espiritual de Occidente supone un facilitador para el acogimiento sin condiciones de un superhombre. En ausencia de Dios, el hombre necesita imaginar y recrear una idea innatista de un ser superior.
Las características principales del líder son tres: primero la habilidad en la tarea, segundo aceptación social, y por último, iniciar muchas situaciones por unidad de tiempo. La elección del Sr. Obama por parte del grupo de poder correspondiente han sabido capturar estos factores en la persona de este carismático hombre. Muestra una habilidad innata y aprendida, a proporciones similares, para abordar tareas de estado. La aceptación social deviene de la primera característica, pero sobre todo de la sequía de ídolos y de ideas apasionadas que tiene el mundo actual. La última característica se la ha servido la acuciante y prolongada crisis económica: iniciar varias tareas por unidad de tiempo. El Sr. Obama, más que realizar tareas en espacios temporales, ha propuesto múltiples teorías y discursos creíbles. El mundo, incluido nuestro presidente, tiene ese pensamiento “naif” de hiperactividad exitosa en la resolución múltiple del conflicto financiero.
Otro punto de interés y análisis son las situaciones influyentes que han determinado el “tsunami Obama”:
A.- El tamaño del grupo. A mayor tamaño del grupo, mayor necesidad de líder. Los dos millones de personas que asistieron en directo a su investidura, junto con el absorto mundo observador de cada paso del nuevo presidente, avalan un grupo bien definido que sigue a un pastor emergente
B).- El tipo de tarea dispuesta para el líder. Las tareas que exigen comunicación y coordinación requieren una fortaleza particular del líder. El mundo de la información, la imagen y la tecnología, tiene una única exigencia: imagen y comunicación. Ya no es la fuerza, ni la contundencia de sus hechos. Basta con una imagen cuidada y retocada, necesariamente estudiada por estilistas y diseñadores, para tener verdadero éxito en el gran grupo mundial.
C).- Estilos de líder y situaciones (Fiedler). Obama responde al estilo directivo enfocado a las emociones. Es un líder emisor de conductas socio-emocionales. Ofrecen apoyo y muestran solidaridad. Suelen gozar de muchas simpatías dentro del grupo. Estas simpatías desdibujan y ocultan las acciones frente a la tarea, pudiendo ser una escenificación que oculten otras acciones implícitas que, siendo prioritarias, pasan conscientemente a un plano secundario para el gran grupo: aborto, seguridad, terrorismo, economía.
D).- La estructura de la tarea puede ser estructurada o no estructurada. La primera tranquiliza y fideliza el aplauso y simpatía del grupo. Un éxito garantizado de este presidente ha sido su propuesta teórica y verbal de un futuro posible y cohesionado.
E).- El poder del líder puede ser fuerte o débil. A mayor fortaleza, mayor fidelidad y mejor directividad para con el grupo. El mundo civilizado se ha fragmentado tanto, apareciendo un mosaico interminable de ideas, filosofías y alternativas, que necesitaba un punto de comunalidad, una unión externalizada en un ser semejante.
Por último, el perfil de personalidad que mejor garantiza la perpetuidad del líder es el siguiente:
· Popularidad. Sobradamente preparada, cocinada y pagada por el poder mediático.
· Inteligencia. El Sr. Presidente ha mostrado un rasgo de inteligencia evidente a través de su fluidez verbal, sintaxis precisa y leguaje muy apropiado, con agilidad sobrada en sus pensamientos bien organizados y secuenciados. Domina el tiempo, el orden y la secuencia. Controla atención, concentración precisa y buena memoria de trabajo.
· Habilidades de comunicación. Basta aplicar el punto anterior.
· Deseo de destacar. Toda su actuación tenía un solo objetivo ser el único. Sus estudiadas poses, su presentación solidaria, sus “desnudos” de torso. Cualquier acción ha sido planificada como única, novedosa y genial.
· Originalidad. El color de piel lo han convertido, desde él, hasta el grupo en algo original, en algo especial, en un hito de inflexión en la historia de la humanidad.
Por último, mis queridos lectores, agradezco profundamente el Padrenuestro que rezó el Sr.Obama, aunque vienen a mí las palabras del Apóstol Santiago “¿De qué sirve hermanos míos que alguien diga yo tengo fe, si no tiene obras?”. La obra primera del nuevo presidente es la firma de la ley del aborto. Así pues, por sus obras estamos conociendo su fe.